Entrevista a Ernesto Cardenal

Un bombardero poético

Cardenal vino a rebelar a la Iglesia Católica como uno de los integrantes de la Teología de la Liberación, aunque él hubiera preferido llamarla Teología de la Revolución. Su trabajo como ministro de Cultura, en los inicios de la Revolución nicaragüense logró abrir un ámbito que antes estaba solo restringido para ciertas castas. Poeta de los enamorados con sus clásicos Epigramas. Poeta de los redentores con los Salmos. Poeta indigenista con Homenaje a los indios americanos. Poeta astral con Canto Cósmico. Poeta de la revolución... El miércoles 29 de julio, la periodista Vivian Lavín conversó con Ernesto Cardenal en la sala Pablo Neruda del Metro de Santiago.

Por Vivian Lavín Almazán

De niño y de pura adoración a la Virgen María, el pequeño Ernesto se ponía piedrecitas en los zapatos como un sacrificio que le ofrendaba a la Madre de Jesús. Por eso quizás no sea raro que entre los muchos apodos de adolescente, estuviera el de "el espartano", puesto que quien había nacido en una de las familias más ricas de Nicaragua tenía, desde entonces, una especial predilección por lo heroico. Sin embargo, Rodolfo y Esmeralda, sus padres, demudaron frente a la decisión del joven Ernesto, quien ya había estudiado en universidades norteamericanas y europeas y que pintaba para gran intelectual, cuando decidió ingresar a un monasterio trapense. Una vida contemplativa en la que fue profundamente feliz pero que unos impenitentes dolores de cabeza le obligaron a abandonar. Fue su Nicaragua natal, la que vio a Ernesto convertirse en sacerdote pero nunca lo verá de Cardenal, aunque su apellido lo grite. Pesa sobre él la sanción vaticana "suspensión a divinis", que le prohibe administrar sacramentos, algo que no lo inquieta cuando su vocación es más mística que diocesana. Son sus vocaciones de revolucionario y poeta, las que lo han llenado de gloria, quien hasta hace unos días se consideraba el "poeta latinoamericano menos premiado" y que llega a Chile a recibir el Premio Iberoamericano Pablo Neruda. Como sacerdote, Cardenal vino a rebelar a la Iglesia como uno de los integrantes de lo que se ha denominado Teología de la Liberación, aunque él hubiera preferido llamarla Teología de la Revolución. Su trabajo como ministro de Cultura, en los inicios de la Revolución nicaragüense de hace 30 años, logró abrir un ámbito que antes estaba solo restringido para ciertas castas. Poeta de los enamorados con sus clásicos Epigramas. Poeta de los redentores con los Salmos. Poeta indigenista con Homenaje a los indios americanos. Poeta astral con Canto Cósmico.

Usted se sometió a una terapia sicoanalítica en la que el psiquiatra le diagnosticó un "temor patológico a hablar en público, temor a los otros y poseedor de una personalidad impasible"...El siquiatra sabía entonces que usted venía saliendo de un monasterio trapense pero no intuía que se convertiría en una de las figuras más señeras de la Revolución nicaragüense. ¿Cómo entender la personalidad de un hombre que aspira a anacoreta y termina de revolucionario impenitente? Son cosas de Dios. Dios fue el que me llevó al silencio de un monasterio trapense donde no se puede hablar y sólo podíamos comunicarnos con señas, en lenguaje trapense. Y estuve muy feliz. Para mí, fue una luna de miel con Dios... y tuve que salir de ahí por unas dolencias que hasta me llevaron, por último, al siquiatra pero que empezaron con unos problemas gástricos y pensaron que podía ser sicosomático y así fue como terminé en un siquiatra, lo que puede ser muy bueno para algunos, pero muy malo para otros, en mi caso, mi siquiatra era bastante loco... Nosotros éramos 200 monjes ahí y entre ellos había un médico, que fue quien me diagnosticó que yo saliera de la trapa y eso era inapelable, y recomendó que me fuera a una orden religiosa contemplativa como los trapenses pero menos rígida, como los benedictinos, donde pueden ser poetas, artistas, puesto que los trapenses era una orden antiliteraria, una orden de campesinos franceses de la Edad Media, que todavía llevaban la vida del siglo XIII, como los Cartujos... Mi maestro de novicio, con el cual yo podía hablar, era Thomas Merton, famoso místico, escritor, poeta y santo norteamericano, y nos hicimos muy amigos. Y cuando yo salí, él me aconsejó que no entrara a otra orden religiosa sino que fundara una pequeña comunidad con laicos, sin hábitos, sin reglas religiosas, sin ninguna regularidad eclesiástica sino solo campesinos, que lleváramos una vida de unión con Dios y la naturaleza. Dios me llevó a eso y la Revolución me hizo ministro de Cultura y Dios me puso en un cargo público por 10 años. No era mi vocación pero que tenía que aguantar por el pueblo... la Revolución era bellísima y se trataba de repartir todo al pueblo... Entonces fundé una comuna, en una isla del Lago de Nicaragua, donde estuve más de 12 años.

Usted estuvo en la trapa Nuestra Señora de Gethsemaní en Kentucky, Estados Unidos, y en la primera parte de sus memorias, que denomina Vida Perdida, recuerda: "Nuestra vida es comunismo perfecto y es el único comunismo real, comunismo bello y verdadero, con la regla de San Benito que habla del funesto vicio de la propiedad privada". ¿Cómo fue que la lectura del Evangelio lo llevó a leer Marx? El Evangelio me llevó a la vida religiosa y trapense, mi conversión a la Revolución fue después. En la Trapa, todos los días leíamos la regla de San Benito, fundador de los Benedictinos, que decía que uno no debe ser dueño de su propio cuerpo, ni debe tener tampoco "el funesto vicio de la propiedad privada". Yo estaba en Alemania, en el famoso monasterio medieval benedictino María Laach, cuando el Abad que me recibe, me pregunta que cómo yo podía estar hablando de comunismo si era sacerdote. Yo le dije: "Si ustedes cumplen la regla de San Benito, entonces, son comunistas". Ahí se me quedó callado. Mi segunda conversión, como yo la he llamado, fue a la Revolución y eso fue en Cuba. Desde entonces, empecé a ser revolucionario o tratar de serlo. Acepté, primero, el socialismo y luego, el comunismo. Fue un sacerdote chileno, el padre Gonzalo Arroyo, ministro de Salvador Allende, el que dijo que se podía ser cristiano y marxista, que no eran incompatibles, puesto que el comunismo es un método científico, social y político para liberar a los oprimidos y el Evangelio tenía la misma meta, aunque con otros métodos. Desde antes del triunfo de la Revolución, escribí un poema extenso que dediqué al Frente Sandinista que se llama Canto Nacional, donde digo: "Comunismo o Reino de Dios en la Tierra", verso por el que he recibido muchos insultos y críticas. Es que yo explico que comunismo, se puede tomar como miembro del Partido Comunista, que no he sido, pero también se puede entender en el sentido de los primeros cristianos, también como lo plantea San Benito o como la meta de Marx, una sociedad sin clases, que es la misma meta del Evangelio, de la comunidad final que vamos a tener en una sociedad fraterna de justicia y amor. Ese es el Reino de Dios.

En esa opción que usted tomó luego de su segunda conversión, hay una fotografía en la que aparece el Papa Juan Pablo II reprendiéndolo de manera pública apenas se bajó del avión, con dedo acusador y todo. Usted permanece arrodillado en la misma actitud que aprendió con los trapenses, "con la inefable sonrisa de la trapa" pintada en su cara... ¿En qué pensaba? ¿Es que acaso estaba pidiendo por él, arrodillado, como en la Trapa? En la Trapa uno se arrodillaba frente al superior, ante el Abad, pues, como lo decía, era una orden de la Edad Media, y ante él se hablaba de rodillas. Lo del Papa fue simplemente que, desde mi infancia nicaragüense, uno se arrodillaba frente a un obispo y se le besaba el anillo. Hice ese acto de reverencia que me parecía lógico y el Papa quitó la mano en que tenía el anillo que yo quería besar...después supe que el Papa siempre hacía eso porque no le gustaba que le besaran su anillo, pero yo lo interpreté mal. Pero sí, él estuvo muy rudo conmigo, levantó el dedo y me dijo: "Usted tiene que regularizar su situación", y yo pensé: "Mejor no le contesto nada". Y me lo repitió, con ese tono autoritario que tenía, que me han dicho era como hablaba siempre. Lo que él hizo fue reprenderme porque yo era un sacerdote en un gobierno revolucionario y el Papa era enemigo de toda revolución. El no quería una revolución con apoyo de los cristianos, mucho menos de sacerdotes. El hubiera querido una Revolución Sandinista en Nicaragua que persiguiera a la Iglesia, como el comunismo antirreligioso de su patria, Polonia, que era un país abrumadoramente católico. El hubiera con sacerdotes en el gobierno.

Hay una figura tutelar en su formación poética, religiosa e indigenista: el sacerdote Thomas Merton, el autor de La montaña de los siete círculos. Fue él quien le encomendó la construcción de ese monasterio cuya única regla debía ser que no las hubiera...vamos a Solentiname. Según usted ha escrito, él le habría dicho: "La gran unión de las dos Américas no podrá darse sino enraizada en lo indígena". Fue una gran lección de Thomas Merton, cuando me reveló el gran valor de los indios de América, siendo yo un latinoamericano y él un gringo, muy disidente, claro. Él me hizo ver todos los valores de nuestros indios, desde Alaska a la Patagonia, y también los pieles rojas norteamericanos. De ellos me enseñó su poesía mística, su sabiduría, sus sistemas sociales y políticos, su tradición. Fue él quien me reveló todo eso y desde ahí que empecé a escribir poesía sobre nuestras culturas indígenas. Mi primer libro sobre esto se publicó en Chile, en Editorial Universitaria, y se llamó Homenaje a los Indios Americanos. Pero la mística y la poesía de los indios americanos todavía se desconoce. Un presidente indio elegido en Bolivia, un país donde ha habido más rechazo a los indios por los que no son indios, creo que es un milagro. Otro milagro creo que es un presidente negro en la Casa Blanca.

Solentiname quiere decir en náhualt "lugar de hospedaje". En 1965, usted vuelve al Monasterio Trapense de Gethsemaní para que Merton le diera las directrices de la futura fundación. ¿Cómo recuerda hoy esos 12 años en ese paraíso cuya mística contagió a tantos? Ya ordenado sacerdote fui a ver a mi antiguo maestro de novicio para pedirle que me dijera las reglas que debíamos tener en la comunidad. Entonces, él, primero, se arrodilló frente a mí y me pidió la bendición y se la tuve que dar porque me la pidió de rodillas y me emocionó mucho. Luego, me dijo que la primera regla de nuestra comunidad debía ser que no hubiera reglas. Eso hizo que nuestra comunidad fuera muy flexible. Al principio, pensé que sería una comunidad de puros varones, pero luego hubo un matrimonio y fue lindísimo, y también tuvimos visitantes mujeres y fuimos evolucionando en todo eso sin ningún reglamento. Esto nos fue acercando a la Revolución, que era una lucha guerrillera que se estaba gestando en las montañas, y cuando triunfó, fuimos parte de esa misma revolución y algunos muchachos y muchachas de mi comunidad que estuvieron en la guerrilla, fueron parte del Ejército Sandinista.

¿Qué es lo que recuerda con más cariño de esa época? Prácticamente todo. Acabo de estar allí, una semana antes de venir a Chile. Aún no puedo hablar de recuerdos porque todavía estoy viviendo esos paisajes, aunque ya no tenemos la comunidad que tuvimos porque eso ya no se puede repetir, pero aún quedan algunos de los que fueron parte de la comunidad en Solentiname, otros murieron en la lucha y otros están en otras cosas.

Usted dice que los premios le han sido algo esquivos. Este Premio Iberoamericano Pablo Neruda que también le fue concedido a su amiga, la poeta cubana Fina García hace dos años, tiene el nombre de un poeta tutelar en la formación de tantos poetas y en la suya misma. ¿Cómo salió de la influencia de Neruda? ¿Fueron los clásicos, como Catulo y Marcial, los que se lo permitieron? Alguien dijo que una influencia se quita con otra. Yo tuve otras, como la influencia de la poesía norteamericana, especialmente de Ezra Pound, que ha influido a todos los poetas de ese país. Thomas Merton no tenía esa influencia y él creía que la poesía latinoamericana era superior a la de Estados Unidos. Yo creo que la poesía de Estados Unidos es superior a la nuestra porque es una poesía más de la vida, del hombre de la calle, de la fábrica. Por ejemplo, Carl Sandburg y su Poema de Chicago que es para los albañiles que hicieron esos rascacielos, para los trabajadores de las fábricas; Walt Whitman, gran poeta de la democracia; Carlos Williams, un médico pediatra que escribe sobre los hospitales y la vida ordinaria de los Estados Unidos; Marianne Moore, una poetisa muy grande que estaba siempre loca por los juegos de béisbol... poesía dedicada al pueblo aunque allá se le conoce solo en las universidades, pero los poetas hicieron todo esto para el pueblo. Neruda tiene la herencia de la gran poesía norteamericana, también de Rubén Darío. Mi poesía ha sido una poesía que se entiende, con el lenguaje con que hablamos o con que se escribe, sacada del periodismo, con la enseñanza de Ezra Pound, sobre que, al igual que en la prosa, en la poesía se puede escribir de cualquier cosa, se puede hacer chiste, estadística, meter ideología, lo que uno quiera... Neruda también ayudó mucho a enseñarnos eso a nosotros que éramos de otra generación. Era también un poeta del pueblo, naturalmente.

¿Cómo es su trabajo poético? ¿Tiene una rutina de escritura? ¿Es usted un escritor metódico? ¿Cómo surge la poesía en usted? Yo no tengo ninguna disciplina, Cuando tengo una inspiración, entonces, escribo, algunas veces es algo breve y otras es algo más largo. Todos los días estoy trabajando pero a las horas que me conviene más.

La Managua que vio crecer a Ernesto Cardenal, lo vio pasearse con las chicas más lindas de la alta sociedad y salir con sus amigos y amigotes de gran juerga. Ya han pasado muchos años desde ese 15 de agosto en que usted se ordenara sacerdote y optara por el celibato. Hoy, a sus 84, ¿optaría nuevamente por una vida de castidad? Claro que sí. Porque fue otro matrimonio para mí. Sacrifiqué un matrimonio de amor humano por uno con Dios, y cualquiera sale ganando con ese matrimonio si se tiene la experiencia que se debe tener cuando uno se enamora de Dios y Dios se enamora de uno.

¿Y usted está a favor del celibato en el sacerdocio? Celibato voluntario.

En su autobiografía se refiere a lo que San Agustín llama el "hambre de la especie". Me gustaría que nos hablara de esa "hambre de la especie", que en algunos sacerdotes ha adquirido visos de voracidad y crueldad insospechadas y que han saciado con el cuerpo de niños. El instinto de la reproducción de la especie que Dios ha puesto en el hombre es demasiado fuerte. En un poema yo le digo a Dios que en cuanto a lo erótico, se le fue la mano en la creación. No sólo en la especie humana, sino también los animales cuando están en celo. En los humanos, hay más pasión porque también hay más conciencia. Esa es la razón por la que hay injusticias en lo sexual, explotación y crímenes. Se puede decir que se comprende sabiendo que Dios nos creó muy sexuales y solo se puede superar teniéndole un amor sexual a Dios. El misticismo, no solo de los cristianos sino de las otras religiones, es también erótico, amores eróticos místicos.

¿Y cómo se ha manifestado la Iglesia frente a estos pecados sexuales carnales? ¿Ha sido la Iglesia igualmente fuerte con la pedofilia que con los "pecados políticos de algunos sacerdotes"? En la Iglesia ha habido de todo. Y hay que distinguir que eso se ha dado en la Curia. Porque Iglesia somos todos y además pecadores. El Papa Pío XII, que era muy reaccionario, decía que "los laicos son la Iglesia", no que los laicos también son la Iglesia, y que la jeraquía está para servir a los laicos. Esa es la verdadera doctrina de la Iglesia. El Concilio Vaticano II, nos llamó a nosotros, la Iglesia, el "pueblo de Dios". Y hay pecados para la Iglesia, que tal vez para Dios puede que no sean pecados...

¿Cómo cuáles? No sé. Eso lo sabe él, pero yo no puedo juzgar a nadie por esa materia. Yo no puedo hablar en nombre de Dios.

Su tercer libro de Memorias, titulado La Revolución perdida, se inicia con esta frase: "Mucho antes que existiera el Frente Sandinista, puedo decir que desde la adolescencia yo era sandinista". ¿Dónde está el ideal de Sandino hoy, en usted y en Nicaragua? Yo tenía como siete años cuando mataron a Sandino, y después de eso la imagen de Sandino se borró con la Dictadura de medio siglo que tuvimos en Nicaragua con los Somoza. A Sandino no se le reconocía en mi país como en el mundo entero. Gabriela Mistral, por ejemplo, hizo campaña a favor de él hasta el punto que la nombró "plenipotenciaria del ejército loco", como ella lo llamó. A los 15 ó 16 años, empecé a saber que era un héroe y escribí un poema extenso sobre la hazaña. Después, nació el Frente Sandino, que recogió su nombre para la Revolución. Y en Nicaragua sucedió que un Somoza mató a Sandino, y después aparece Sandino derrocando a Somoza, con la Revolución. Sandino fue un guerrillero que sostuvo una guerra de siete años con Estados Unidos y la ganó, obligándolo a salir de Nicaragua. Después, Sandino fue asesinado por el jefe del Ejército, que era Somoza, y fue presidente por 20 años, y después el hijo y el otro hijo...pero Sandino siguió siendo el libertador de Nicaragua y la figura máxima de nuestra nación. Aunque el gobierno actual de Nicaragua se dice Sandinista, pero es falsamente sandinista, los verdaderos sandinistas somos aquellos que estuvimos en aquella Revolución y que ahora estamos en contra del actual gobierno que no es ni de izquierda ni sandinista ni revolucionario, sino que una dictadura familiar. Pero no puedo hablar más de eso porque es una dictadura.

Ese proceso de la Revolución Sandinista está descrito en sus Memorias con detalle, y en ellas se puede recordar, con usted, lo que vivió. Vamos a esos primeros años... El título del libro es La Revolución Perdida... ¿Cómo se perdió esa Revolución? Perdimos las elecciones por la injerencia de Estados Unidos, porque las elecciones iban a ser justas y libres. Sin embargo, el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, decreta que aunque haya elecciones, si gana el Frente Sandinista, no habría cambio. Y le dieron a elegir al pueblo, entre seguir con la guerra y el embargo económico con el Frente Sandinista o cambiar de gobierno. Y el pueblo ya estaba cansado de la Guerra y la muerte de los jóvenes y se inclinó por cambiar... por lo que no fueron elecciones libres en ese sentido. Y al perderse las elecciones, algunos de los Comandantes del poder supremo de la Revolución perdieron la moral y empezaron a robar mucho antes del traspaso al nuevo gobierno y se enriquecieron, y el pueblo le llamó a esto "la piñata"...esa fue la pérdida de la Revolución, no de las elecciones. Y son esas las personas que ahora están gobernando.

En esos ocho años tuvo un rol importante como ministro de Cultura, que usted, en sus Memorias, define como "ministerio ideológico de la Revolución, encargado de las publicaciones, de la literatura, del cine, del teatro, de las artes plásticas, de las bibliotecas, de teatros, de casas de cultura...". ¿Cómo fueron esos años? ¿Cómo fue hacer cultura en Revolución? Es que Revolución es cultura y la cultura es Revolución, no se pueden separar, como no se puede separar Neruda de Allende. Lo que hicimos allí fue repartir la cultura. Había dicho Marx que "al Pueblo no se le podía dar nada inferior que la excelencia", y eso hicimos. Así, la cultura era para toda la población y para mí era un sacrificio tener un puesto burocrático pero también una compensación. No podía estar escribiendo poesía pero hacía que otros escribieran poesía, teatro, música o cine...esa fue la Revolución.

Quien sí quedó muy impresionado con esa Revolución fue Julio Cortázar, a quien usted cita en sus Memorias: "Aquí han expandido desde el primer momento el concepto de cultura, le han quitado ese barniz siempre un poco elegante que tiene, por ejemplo, en el horizonte europeo. Han empujado la palabra cultura a la calle como si fuera un carrito de helados o de frutas, se la han puesto al pueblo en la mano y en la boca con el gesto simple y cordial del que ofrece un banano". Muy lindo lo que dice Julio Cortázar y lo dijo cuando le dimos la Orden Rubén Darío, que es la Orden Máxima de Cultura en Nicaragua, más que merecida por él. Cuando empezábamos la Revolución, estábamos visitando Viena y me señalaron la Ópera, pero me dijeron que, a diferencia de Nicaragua, "ni un campesino ni un obrero podría entrar allí, porque no tiene el traje, mientras en Nicaragua, ustedes, la ópera la tienen al precio del cine de un barrio". Entonces, era realmente democrática la Revolución. Eso me lo decía un vienés.

Para nosotros es importante conocer su experiencia en este sentido. En Chile, siempre se nos dice que no hay dinero para la cultura... ¿Se requieren muchos recursos para hacer una cultura auténticamente democrática? No, el presupuesto más bajo era el de cultura. Menos del uno por ciento. Cuando yo estuve aquí con Allende, se estaban haciendo maravillas en cultura, la editorial Quimantú publicaba libros por millones y muy baratos para el pueblo. También se estaba publicando una antología mía y el que hacía el prólogo era Ariel Dorfman, y entonces, se dio el Golpe. Él escribió Ensayos quemados en Chile, donde cuenta que, cuando estaba asilado en la Embajada de Argentina, vio cómo se llevaban los libros para quemarlos y que creyó ver ese libro...

Usted habla de ideología, revolución y Cultura, ¿hasta qué punto la cultura es el vehículo en el que, finalmente, se impone el modelo? La Revolución de la cultura en Nicaragua también fue hecha desde el tiempo de Rubén Darío, quien, hasta donde podía en aquel tiempo, también era antiimperialista y era revolucionario, y después Sandino crea un ambiente para la Revolución. Se puede decir que ambos son los padres de la Revolución en Nicaragua. Nuestra experiencia fue que el pueblo resucitó en la Revolución: no teníamos artesanía durante el somocismo y creí que nunca más iba a haber en Nicaragua, y después había por todo el país; lo mismo el folclor, que estaba ya acabado y empezó a resucitar desde los primeros días y así todo lo demás... la pintura en las calles y la música. Incluso, fue una Revolución con más mujeres que las otras. La Revolución Cubana tuvo mujeres, pero la nuestra mucho más, al punto que habían Comandantas y jefas de policías...

¿Qué le queda por escribir, Ernesto Cardenal? No sé cuánto tiempo me quede para escribir...

¿Y qué le está faltando? Yo solo puedo escribir cuando tengo inspiración de algo.

¿Y cuándo viene? Tal vez de lo que estamos hablando ahora...Pero si no llega, pues nada... Hay quienes hablan de "la seca", cuando se refieren a esos momentos en que no llega la inspiración... ¿La ha vivido usted? Pues muchas veces, entonces, me pongo a leer. Es más grato leer que escribir.

Miércoles, 29 de julio de 2009