Ediciones de la Lumbre presenta:

Una novela que es un grito

Hace una semanas llegó a las librerías la novela “Susurros”, del escritor penquista David Avello. Se trata de un texto contingente y necesario que, a diferencia de muchos otros libros que circulan hoy en día, toma el punto de vista de un trabajador vapuleado por el sistema para contar una historia

Por Marcelo Simonetti


David Avello ha sido obrero siderúrgico, pescador en altamar, mecánico, albañil y carpintero, pero a sus 64 años lo que le quita el sueño y aquello en lo que enfoca todas sus energías es la literatura. Desde el corazón de la Villa San Martín, en Talcahuano, Avello escribe y da forma a sus ficciones que pueden ir desde la poesía erótica hasta los cuentos para niños; sin ir más lejos, en 2016, obtuvo el importante premio de literatura infantil Barco de Vapor, que entrega la editorial SM, por su novela "El niño Manuel.

—En este oficio de solitarios que es la escritura, los premios son siempre un aliciente. Una luz en mitad de la noche —dice Avello, quien además del Barco de Vapor suma varios otros reconocimientos, como el Premio Internacional de Relato Breve Raíces (Celaya, México, 2016) y el Premio de Novela Pedro de Oña (Santiago, Chile, 2019), entre otros.

Estos días del invierno lo sorprenden con una nueva publicación: la novela "Susurros", publicada por Ediciones de la Lumbre.

—Aunque suene paradojal, Susurros es un grito, un desahogo, un acto de rebeldía en medio de una vida agobiante y difícil... Esa es la historia que cuenta, esa es la realidad que se expresa en la novela, en la que, presumo, muchos chilenos y chilenas se van a ver identificados.

Susurros es una novela escrita a la manera de un susurro sin pausa, con licencias en el uso de la puntuación —Avello ha prescindido del uso de puntos y comas— dando cuerpo a una novela que se lee de manera vertiginosa y en donde el lector participa, de alguna manera, completando aquello que no se cuenta y marcando las pausas y los énfasis que el autor dejó, expresamente, sin apuntar.

A diferencia de muchas otras novelas que asumen puntos de vista de personajes que miran el mundo desde zonas de confort o de poder, la narrativa de Avello pone su foco en la clase trabajadora, rescata la mirada de los más desposeídos, sus tribulaciones, miedos y sueños, ofreciendo de este modo un punto de vista que en las últimas décadas ha estado más bien ausente dentro de la producción literaria chilena.

—Me interesaba reflejar mi propia mirada, las experiencias que me ha tocado vivir, las viscisitudes que todo trabajador experimenta en medio de un sistema que se ocupa más de explotar al hombre que de su bienestar —apunta el autor.

Para Avello, "Susurros" es una novela que hace tiempo tenía atragantada. "Ha llegado el momento de que salga a la calle a buscar sus lectores. Confío en que los encontrara", dice.

Fragmento:
Yo era un hombre bueno y me ha dado por caminar solo por las calles con las manos en los bolsillos y no importa si la lluvia o el viento o el sol y no importa si las piedras del camino pero a veces esa angustia por Dios es tan grande el cansancio
Y a veces también es Teresa mucho tiempo antes chapoteando con ese vestido largo y oscuro en la pileta esa de la plaza y a veces claro tantas noches con ella por las calles su cultura su sensibilidad la ironía y ese estilo desgarrador para decir las cosas como una fotografía en blanco y negro como esos toques románticos de algunas cintas antiguas
Pero ahora no está Teresa y el puente es largo y seguimos caminando mientras la piedra cruza veloz el horizonte y choca contra la pared de fierro del oxidado carro donde alguna vez viajé mi rostro tras esa ventana sucia intentando apoderarme de los paisajes que aún no logro alcanzar por eso mientras camino con esta mujer y veo a esos vagabundillos con las piedras esas que vienen una y otra vez y cuando todavía no toca la pared del carro y ya han arrojado otra más me digo que estos pequeños bandidos están sepultando de una vez y para siempre lo que por miles de años mi corazón y sin embargo también yo alguna vez anduve con una banda de pequeños forajidos como estos llena de patipelados y moquillentos y tal vez más paupérrima que esta y por cierto hace siglos amarillentos en blanco y negro y a veces en puro negro.