Al atardecer de Hwang Sok-young

Un mensaje al final del día

La vida y obra de este autor surcoreno permiten entender muchas claves de su país y del modelo de desarrollo que compartimos. Una novela que habla de arquitectura y a partir de ella, de la tarea esencial que cumple en la formación de las ciudades modernas. Los invitamos a leer el comentario de la periodista Vivian Lavín sobre esta novela de uno de los autores más destacados de la escena literaria coreana de la actualidad.

Por Vivian Lavín Almazán

Al atardecer es una novela que comienza en el momento en que el exitoso arquitecto coreano Minwoo Park termina una conferencia que ha ofrecido con el título de "La renovación de las ciudades y el diseño urbano". De pronto, alguien se le acerca y le entrega el mensaje para que se contacte de forma urgente con la mujer de quien fuera un amigo de infancia, quien se haya muy enfermo.

Se podría decir que este es el gran tema que subyace a todo el libro de Hwang Sok-yong: el cambio de piel de las ciudades debido a la construcción de enormes edificios y con ellos, los cambios en los modos de vida de sus habitantes. Pero esto no es un ensayo sobre arquitectura ni sociología, sino que una novela a dos voces, la de Minwoo Park y la de Woohee Jeong, una escritora y dramaturga en ciernes que trabaja en un supermercado 24 horas y la relación de amistad con la madre de su novio.
La visita al amigo enfermo lleva a Minwoo a recordar su infancia en el barrio pobre de Yeongsan, hoy desaparecido debido a esos, como los llamamos en Chile, "ghettos verticales", enormes moles de edificios de departamentos que concentran a cientos de familias en espacios donde antes vivían unas pocas y que en Corea tienen una versión peor: goshiwon, "diminutas habitaciones individuales con cocina y baños compartidos". Esos edificios son los que ha construido el propio Minwoo, que lo han enriquecido y lo han llenado de reconocimiento pero no de felicidad. Se encuentra solo ya que su hija ha preferido vivir en Nueva York y su mujer, se ha ido con ella por un tiempo. En la soledad de su lujoso departamento recuerda los días cuando era parte de la pandilla del barrio, de la violencia imperante, la pobreza familiar y esa pequeña estrella que era su inteligencia y que le permitió distinguirse e ingresar a una de las mejores Universidades de Corea, arrancando del marginal destino que como una condena se cernía sobre las cabezas de todos sus amigos.
Paralelamente, conocemos a la otra voz que se presenta así: "Me llamo Woohee Jeong y ya tengo veintinueve años. Estudié Arte y soy escritora y directora de teatro novata.
En un momento dado, abandoné el teatro y me busqué un trabajo para ganarme la vida". Y resulta que este trabajo es uno que se repite en varias otras novelas coreanas y que la protagonista explica porqué: "Si quieres ganar una cantidad aceptable de dinero, no trabajes en una tienda veinticuatro horas. De los trabajos temporales, este es el que tiene el sueldo más bajo y para quienes no sepan qué hacer cuando están solos puede ser desesperadamente aburrido. Cada situación es diferente. Sin embargo, si estudias o lees libros durante la noche, se puede decir que estás aprovechando el tiempo". Los dos planos, el del arquitecto exitoso y el de la dramaturga trabajadora nocturna hacen de esta novela una panorámica triste de la sociedad actual que somete a los individuos a un modelo de desarrollo basado en la autoexplotación, como lo plantea el filósofo coreano Byung Chul-Han y que el autor define como "estado de desamparo nacional".
Hwang Sok-yong es uno de los autores más respetados de la escena literaria coreana actual.Es premio Émile Guimet (2018) y fue nominado al premio Man Booker International (2019). Un prestigio que se ha ganado por su talento y también por su profundo compromiso. Estudió filosofía en una de las más prestigiosas Universidades de Corea y, pagó con la cárcel su costumbre de expresar lo que piensa. Una vez liberado, trabajó en la construcción. A los pocos años, partió contra su voluntad a la Guerra de Vietnam, como parte del ejército coreano. Allí le correspondió ir borrando las huellas de los civiles vietnamitas asesinados producto de la conflagración, enterrándolos para que no quedara registro. Recuerda ese momento de su vida con asco debido a lo indigno de la tarea y las condiciones "rodeado de muertos, ratas y moscas". De esta vivencia nació en 1970 el libro La Pagoda , que es lo que lo decide a convertirse en escritor. Su siguiente novela, La crónica del señor Han, tuvo enorme impacto debido a que se atrevió a hablar de la herida abierta como es la separación entre las dos Coreas y es parte de su extensa obra narrativa. 
Su compromiso con la dramaturgia no es solo estético. En 1980, cuando se produjo la matanza de Gwangju, entre las víctimas estaba un grupo de jóvenes actores, una pequeña compañía que en ese momento representaba una de sus obras. Por eso es que el personaje de Woohee, que en esta novela juega el rol de la conciencia social, como una suerte de fantasma que muestra el dolor de los que callaron es precisamente una dramaturga.
¡Qué bien le vendría la lectura de esta novela a los jóvenes estudiantes de arquitectura para entender el valor profundo de su maravilloso oficio de la construcción! "Nuestra generación se centró en el desarrollo y en crear montañas de cemento con bloques de apartamentos que parecen cajas. Sin embargo, pagamos un precio muy alto por ello, puesto que, al convencerlos de vivir en esos bloques de apartamentos, infundimos en nuestros vecinos deseos deformados. La arquitectura no es la destrucción de los recuerdos, sino que consiste en utilizar esos recuerdos como bocetos para reorganizar delicadamente la vida de la gente. Hemos fracasado totalmente en cumplir este sueño", dice en boca de uno de los personajes, el arquitecto Kiyoung.
Los libros se explican por sí mismos por eso sorprende al lector de Hwang Sok-yong, encontrar a modo de epílogo de Al Atardecer, el recuerdo de parte del autor de un hecho que causó gran conmoción en Corea hace unos años para concluir: "El arrepentimiento de un individuo y el de una sociedad dejan un rastro conjunto, pero cuando lo experimentamos no nos damos cuenta que ambos constituyen un mismo cuerpo. El karma y el pasado de las generaciones anteriores dan lugar al presente de las generaciones jóvenes". Un mensaje profundo que resuena con fuerza en el Chile de hoy, que pareciera no entenderlo a pesar de las múltiples fracturas.
Al atardecer refleja el ocaso, la decepción y la tristeza de un autor respecto de su sociedad, del estado de cosas universal, y que sin embargo, nos empuja a hacernos cargo de un destino colectivo pendiente.
La traducción de esta novela por parte de Laura Hernández Ramos y Lee Eun Kim y publicada por Alianza este 2020 al castellano, denota el trabajo respetuoso y profesional de quienes saben que este libro puede cambiar el mundo, aunque sea de manera leve.

 Miércoles 2 de diciembre de 2020