Entrevista a Irma del Águila

Mujer sin música de fondo

Solo pronunciar en voz alta el nombre de Irma del Águila hace que las palabras emprendan vuelo. No hemos dicho nada, solo Irma del Águila y surgen imágenes y evocaciones aéreas. Junto al nombre vemos un detalle del cuadro de Paul Klee, la "Figura vespertina", que nos observa con sus coloridos ojos y nos transmiten la angustia, la perplejidad del mismo Klee ante el horror nazi que se avecinaba y lo empujaba a dejar Alemania. Luego, un título: Mínima señal, un llamado sobrio, demasiado conciso y simple, que nos advierte que ingresaremos a un territorio que requiere de todos nuestros sentidos para comprender lo que su autora nos quiere decir. Con el cabalístico número siete, y una coda, son siete los relatos que integran esta antología de la escritora peruana Irma del Águila, de quien, a mi pesar, solo he leído este libro que me ha dejado varias imágenes indelebles dibujadas en mi cabeza y una enorme melancolía. Es socióloga y, desde hace más de una década, escritora. Una de las plumas más interesantes del Perú, qué duda cabe, con la que sumerge al lector en este puñado de relatos de hondo contenido social, político... humano. Ha ganado premios y ya sus libros han sido traducidos al inglés y al francés. Uno de los datos biográficos que más llama mi atención es su calidad de observadora de DDHH de la misión conjunta de la OEA y la ONU en Haití, país al que también fui en el año 2000, como voluntaria en un proyecto que hoy lleva el nombre de América Solidaria. Un país que siempre sonó exótico y del que nada o poco se sabía en la tierra de las empanadas y el vino tinto, y cuya imagen se ha ido transformando con la presencia de los 100 mil haitianos que han llegado a suelo chileno y del que posiblemente, ya no saldrán. Por eso no es raro que haya leído con particular interés el cuento Luces de las sombras, donde una periodista cubre un homicidio, que la hace cuestionarse sobre los límites de su trabajo y el vértigo frente a lo escatológico. Pude recorrer de nuevo, la agitada ciudad de Puerto Príncipe y reforzar mi compromiso de regresar. Irma no tiene prisa. Su escritura así pareciera decirlo, cuando nos invita a fijar la vista en ciertos puntos que están fuera del foco principal, obligándonos, como si fuera un gran zoom, a reparar en lo que no se dice, en lo que no se toca, en lo que no se siente, temperaturas y texturas de objetos y cuerpos alejados del lente... sensaciones de diferente tipo que van surgiendo y alertando a nuestros sentidos con la sola lectura... "esa mano que busca acompasar los primeros acordes del canto sobre el origen Ihchúbá y termina sujetándose de la mano de su madre, que la une, a modo de eslabón, con la tira de papel que forman las manos de la comunidad, con los pezones de las otras mujeres y con el gran pezón Mújpañe, ese que, en el decir de los abuelos, es el origen de todos los frutos de la tierra", nos dice en el relato El baile de la garza, que nos introduce en uno de sus espacios privados, la selva. Allí, conocimos a Yoli, una joven de la etnia bóóraá, que siente de pronto la vergüenza original, la de la primera madre, Eva, al saberse desnuda... Un pudor que remece al mismo lector, cómplice en la invasión de la intimidad de la muchacha bóóraá al ser testigo de su recatado gesto. En una entrevista con Gabriela Wiener, Irma explica: "La mirada femenina descubre esos claroscuros del sujeto, mete el dedo en la llaga que supura, atraída (¿seducida?) por "eso", la ambigüedad en nosotras mismas. No es casual que muchas narradoras como Carmen Martín Gaite, Virginia Woolf, Marguerite Duras pero también las nuestras, Karina Pacheco, Daniela Ramírez, Katya Adaui, Grecia Cáceres, Leyla Bartet, Alina Gadea, Yaniva Fernández y tantas otras se acercan de puntillas al terreno de lo íntimo. Se toman riesgos, sin duda. Esos pliegues existen en nosotros, ¿por qué no hablar de ellos? No busco en mis relatos una estética del thriller, no es un derroche de gritos, patadas y rock & roll. Los pliegues asoman, sutiles: cada quien verá qué hace con ellos". Es una cuestión de saber mirar. Un ejercicio que ella misma ejemplifica con una maravillosa cita histórica en que la Inca Garcilaso de la Vega, el autor de los Comentarios Reales, confiesa su incapacidad de imaginar. ¿Qué nos trae Irma del Águila? Una baba sin su cuerpo, un estruendo sin sonido. Materialidades despegadas, sentimientos que quedan abandonados como ese "muñón de piedra vertical (que) traza una línea espectral sobre el fin de la tarde". ¿Qué nos musita Irma del Águila? Que como esa niña nadadora, aun no descubrimos "el cielo otoñal de una ciudad donde el gris es un estado permanente del día". Irma es una mujer sin música de fondo: "Estás ahí, sin música de fondo,/ porque no necesitas la música de fondo/ apenas tu blusa azul/ la libertad de movimientos / y la tierra que pisas". (Delia Domínguez)

Entrevista de Vivian Lavín (noviembre 2017)