Columna de Vivian Lavín Almazán

Furiosos

"Cambiar el mundo es cosa de aquellos que aman actuar concertadamente y no del solitario trabajo de los teóricos"...un impulso donde la "rabia" es un gran movilizador. Una ecuación que han entendido muy bien desde el gremio de los "furiosos".

Aunque lo diga Wikipedia, esto de los indignados no es un movimiento que nació en la España reciente. Es una semilla revolucionaria que de pronto germina en la historia de la humanidad cuando hombres y mujeres comprenden las injusticias que los rodean. De ahí a luchar por cambiarlas es un solo paso. "Me gustaría participar en eso de poner todo patas arriba para ver lo que hay en el fondo; creo que estamos tan embrollados, tan terriblemente gobernados que no se puede cambiar poco a poco sino que hay que pegarle fuego a todo, hacerlo estallar y empezar de nuevo de cero", decía August Strindberg, en 1880. Quien es considerado como uno de los más importantes autores nórdicos resume en su obra esa genuina indignación frente al estado de cosas de la Suecia de fines del siglo XIX. La escritura y por ende, la lectura como posibilidad de cambio. Una eventualidad que no satisface a uno de los gremios editores chilenos. "Ya no basta con leer", es el grito/lema de la XI versión de La Furia del Libro, la feria que vienen organizando cada vez más microeditoriales desde que sus fundadores, Galo Ghigliotto y Arturo Aguilera, entendieron que su mirada del ecosistema del libro hacía chispas con el de los gremios tradicionales. Era una reacción de "furia" frente a la Feria Internacional del Libro de Santiago, FILSA, y lo que pudo haber sido solo un arrebato literario ha terminado por convertirse en una actividad consolidada y sus organizadores, en uno de los referentes de la edición chilena. No sin razón, el Premio a la Edición 2017 que concede la Cámara al mejor libro del año, distinguió a la antología de cuentos breves Delitos de poca envergadura de Simón Ergas e ilustrados por Rafael Edwards. La editorial La Pollera, del mismo Ergas, obtuvo luego, en México, con Tony Ninguno de Andrés Montero, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2017. Una muestra de que la edición independiente de estos "furiosos chilenos" es mucho más que un gesto político y un "gustito", cuando han tomado el oficio con diversos grados de profesionalismo, pero sin duda que con gran repercusión nacional e internacional. La Furia del Libro se toma desde hace un rato el GAM, y ofrece allí durante tres días un nutrido programa de actividades con invitados internacionales, entre los que se cuentan traductores y, sobre todo, editores. No se marean con figuras literarias superventas que son las que "visten" las Ferias del Libro usualmente, porque de manera hábil comprenden que lo que hoy necesitan es producir de manera colaborativa con sus pares argentinos, por ejemplo, como también ser traducidos al inglés, para ingresar a las grandes ligas. Es lo que han aprendido a partir de sus experiencias en Ferias como Frankfurt o Guadalajara. Paradojalmente, los libros que exhiben llevan dos valores: el que deberán pagar los lectores, y otro de fantasía, el que habrían pagado si es que en Chile los libros no fueran gravados con un 19 % de IVA. Los lectores se afectarán, eso es seguro, y es lo que quieren: furiosos lectores que exijan disminuir uno de los impuestos más altos con que se castiga a los libros en el mundo. Porque como señala Stéphane Hessel en su libro Indignáos (2010) : "Todo buen ciudadano debe indignarse actualmente porque el mundo va mal, gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo". Y más fuerte resuena la voz de la filósofa Hannah Arendt: "Cambiar el mundo es cosa de aquellos que aman actuar concertadamente y no del solitario trabajo de los teóricos"...un impulso donde la "rabia" es un gran movilizador. Una ecuación que han entendido muy bien desde el gremio de los "furiosos".