Entrevista a Nissim Sharim

Una voz que habla de todos

El destacado actor Nissim Sharim conversó de manera extendida sobre su trabajo en la escena cultural nacional.

Sus padres, Eli y Fortuna, se conocieron en Londres, se casaron en Manchester y se radicaron en Santiago de Chile. Nació en una casona en la Avenida Ricardo Lyon, en la comuna de Providencia, y estudió en colegios británicos. Con estos datos estaba pintado para una profesión liberal y prestigiosa, a pesar de ciertos coqueteos adolescentes con el escenario. Por esto, no es de extrañar que su primera opción fuera nada menos que la abogacía. Así, ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile donde aprendió "más que leyes, el fenómeno de la vida". Lo primero que hizo como flamante abogado fue casarse con la sicóloga Juana Kowalski, con quien lleva 1500 años de matrimonio, cantidad superlativa con que Nissim Sharim suele graficar períodos de su vida defendiéndose del paso del tiempo y del encasillamiento generacional. El año 1962 se produjo un importante giro en su vida cuando asistió a la obra de Jorge Díaz, El Velero en la Botella, en el recién inaugurado "Teatro La Comedia". Se le pusieron los ojos blancos pensando en las cosas que haría en ese lugar. Ese mismo año ingresaba para no dejar hasta hoy el ICTUS , una Compañía que ha hecho historia en el teatro teatralizando nuestra historia. Proceso que él llama "el viaje compartido".

¿Cómo se siente Nissim Sharim hoy? ¿Con ganas de seguir volando o algo cansado y con deseos de aterrizar?

Quiero agradecer la presentación y declarar que me siento no sólo muy a gusto, sino que siento una gran satisfacción de ver cómo el Metro y la Radio de la Universidad de Chile pueden conjugarse para producir fenómenos distintos a aquellas farándulas superficiales que predominan tanto en nuestro mundo de la expresión. Creo que lo más importante de todo esto es aprender que la cultura, el arte y la preocupación por lo que hay en el fondo de los fenómenos, no son enemigos de la entretención y del pasarlo bien, que es un contrabando
que nos han metido desde hace muchos años aquellos sectores que sólo saben hacer tonteritas superficiales y eludir el enfrentamiento y el análisis de los problemas más sentidos por los hombres y mujeres.

Pero, ¿está aún con ganas de volar y de seguir haciendo cosas o ya con deseos de descansar?

Como decía Nicanor Parra cuando le preguntaban por su epitafio, "Voy y vuelvo ligerito", yo me siento todavía con una cierta plenitud y con ganas de seguir haciendo cosas, de progresar en aquellas cosas que hago y de hacer aquellas cosas que no he hecho. Todo esto referido a mi actividad, que es, fundamentalmente, teatral y, subsidiariamente, se extiende a otros lados de la cultura.

En una entrevista, hace un par de años, declaró: "Me tragué la píldora de que el mundo lo íbamos a dominar con el intelecto, la sensibilidad, la cultura y los sentimientos. Creí en serio en eso."

Así es.

¿Qué pasó?

Pasó que tuvimos 17 años de dictadura, en donde no sólo la sensibilidad, la cultura y el pensamiento fueron conculcados, sino que hasta el modo de saludar, hasta la forma de utilizar tu vestimenta, hasta la forma de dejarte crecer o no el pelo... y los que tuvimos la suerte de sobrevivir a esa desgracia, y quiero decirlo con toda la fuerza y el respeto, los que tuvimos la suerte de sobrevivir, no nos vamos a olvidar nunca de esos 17 años. Por eso es que en aquella época yo pensé que la sensibilidad y el pensamiento que nos decían que iba a dominar el mundo, era una píldora que nos habían hecho tragar en nuestra adolescencia. Ahora quiero, estoy haciendo méritos para volver a tragarme esa píldora.

Pero hoy esa píldora está recubierta con otras cosas, viene en otros envases. ¿Ve alguna salida para que la cultura pueda realmente tener un espacio en la entretención de la gente?

Sí, yo creo que ahí hay una gran responsabilidad en aquellos que nos dedicamos como profesionales a actividades relacionadas con la cultura. Por ejemplo, los teatristas tenemos la gran obligación de no ser aburridos y nunca vamos a serlo cuando indaguemos en torno a la verdad de los fenómenos que nos rodean. Casi todas las obras en las que yo he participado tienen un sello de este tipo, al mismo tiempo que intentar descubrir por qué se vive o cuál es el sentido de una vida, o cuál es la necesidad de liberarnos de la sumisión, de no aceptar el matonaje ni el vasallaje. Si esa investigación uno la conduce con fuerza y con autenticidad, lo más probable es que no solamente emerjan de allí elementos humorísticos, sino que sea muy atractiva para la gente que está participando en ellas. Esto ha resultado muy interesante para la gente que está mirando y que termina involucrándose en la acción, e incluso participando en la obra que estamos haciendo. En la Okupación hubo gente que subió al escenario y pedía la palabra y hablaban, a veces, largo rato, lo que a nosotros nos producía una gran gratificación porque es una forma de aceptar y bendecir nuestro trabajo.

Me gustaría recordar brevemente la historia del Ictus: un grupo emblemático de nuestra historia, que nace a fines de los años 50, cuando alumnos de la Escuela Experimental del Teatro de la Universidad Católica se retiran indignados, con profesor y todo, y fundan esta compañía con el nombre del pez latino. Presentan obras de corte humanista, universales. En los años 60, está la impronta de Jorge Díaz, después David Benavente, Sergio Vodanovic. Luego, comienza la creación colectiva, uno de los sellos del ICTUS . Montajes imborrables, como Pedro, Juan y Diego, Tres Marías y una Rosa, Cuántos años tiene un día, que son antiguas y que muchos desearíamos ver de nuevo.

La forma en que el ICTUS se ha desarrollado a través del tiempo se puede enmarcar en distintos períodos. Al principio era un teatro aficionado. Pero desde el ´60 ó ´62 en adelante, empieza una búsqueda de repertorio, en que el ICTUS traía obras de autores nuevos, que en aquella época eran considerados la vanguardia en el mundo norteamericano y europeo, y eso satisfacía la necesidad de un grupo no desdeñable de personas en Chile que querían conocer lo que pasaba en otras partes del mundo. Yo siempre he sostenido que el fenómeno artístico es el hijo del encuentro de necesidades: de la necesidad que tienen los teatristas, o sea, los autores, de expresarse, y del público que los va a ver. La idea es que en el teatro se expresa "la necesidad de algo que no hay", y que yo actor, escritor o director, soy capaz de crear para ustedes en este momento, como ocurrió en los tiempos de la Dictadura, en que la sala en que nosotros trabajábamos había gente que encontraba un tiempo y una forma de ser que parecía perdida... y la verdad es que cuando el teatro puede entregar eso, cuando el arte puede entregarle al público una necesidad que siente el público y que la siente el artista como indispensable de entregar, entonces ahí se crea "el fenómeno artístico". Volviendo al ICTUS , a partir de 1962 trajimos repertorios interesantes. Presentamos por primera veza Ionesco, Beckett, montones de autores extranjeros que pertenecían a esta vanguardia. Entonces ocurrió que, aunque este teatro no tenía la fuerza y la experiencia de otros teatros profesionales, empezó a ser muy preferido por la gente adicta al teatro. La primera vez que se dio La Cantante Calva fue una suerte de estremecimiento social, y esta preferencia que el público empezó a tener por el ICTUS , obligó al mismo tiempo al ICTUS a mejorar en su montaje, a profesionalizar más a sus actores, a tener un grupo más o menos estable. Eso culminó en un método de trabajo que se llamó "la Creación Colectiva", donde todos los que trabajamos en una obra, actores, directores, escenógrafos, iluminadores... participan en la autoría, y empiezan a entregar parte de su propia existencia, que se convierte en material de escena. Por lo tanto, cada uno de los que ahí interviene es más dueño de lo que hace que cualquier escritor que escriba sentado en su casa un personaje o una historia. Cada historia que nosotros entregamos tiene tanto que ver con nuestro cerebro como con nuestro corazón, y eso es difícil, eso es lo que tiene que hacer todo grupo teatral aunque presente una obra escrita por otra persona, pero es más difícil apropiarse de ese material en estos términos, que cuando uno lo inventa. Después de esta historia, de la creación colectiva y de la profesionalización gradual del ICTUS , vinieron los años de la Unidad Popular, años en que nuestro grupo aplaudía las ideas de izquierda, aceptaba complacido la nacionalización del cobre, pero al mismo tiempo surgió en nosotros la inquietud de decir: "bueno, esta muy bien que la infraestructura de este país se modifique, que se redistribuya el ingreso, que el cobre sea de Chile, del Estado chileno y no de las compañías extranjeras... pero, lo que a nosotros nos corresponde es entender, ¿cómo va a ser el amor con hombres criados de otra manera? ¿Cómo va a ser la relación de hombres y mujeres con "el hombre nuevo", como se proclamaba en aquella época? ¿Qué va a pasar en esta superestructura afectiva? ¿Cómo nos vamos a relacionar, ya no sólo con nuestras mujeres, sino que con nuestros vecinos, con nuestros amigos?... Y empezamos a trabajar con mucho ahínco en esto, porque la verdad es que era un desafío interesante. Así llegamos a una obra que se llamó Tres noches y un sábado, que contenía tres episodios muy elementales sobre cómo pasaban la noche tres parejas de distintos sectores sociales. Una pareja de ejecutivos paltones (como se dice ahora, cuicos), una segunda pareja de clase media y otra de clase obrera, y la verdad es que las historias eran simples, pero estaban representadas con el corazón, estaban representadas con las vísceras de cada uno de nosotros, y eso determinaba que cada historia fuera muy interesante en sí misma, que cobraban mayor vigor y mayor fuerza, en la medida en que iban apareciendo las otras historias. O sea, potenciándose unas con otras.

El método de la creación colectiva puede producir fenómenos interesantes. Con Okupación, ustedes se adelantan a un fenómeno social que hemos conocido luego como la "Revolución de los Pingüinos" o de los secundarios.

Okupación nació sin el fin de captar alguno de los problemas que han aquejado en el último tiempo a nuestro país, o sea, ningún problema específico. Pero la necesidad de captar lo que ocurre en tu entorno, siempre es válida y siempre hay que tenerla. Nosotros partimos de una idea que era la del rechazo al vasallaje, la del rechazo a la sumisión, la del rechazo a esa cosa en que los chilenos de repente solemos caer, que nos obligan por la fuerza a pensar o a creer determinadas cosas y empezamos a buscar en la historia de las obras teatrales clásicas importantes, qué episodios nos traían a flote esta idea, este rechazo a la sumisión. Partimos con una escena que está en una obra de Bertolt Brecht, que se llama Galileo Galilei, en la que él es obligado a abjurar de todo aquello que enseñó, de todo aquello que se oponía a las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica. Pero desarrollando el tema, empezamos a darnos cuenta de que era necesario que estas historias contenidas en Galileo Galilei, en el Quijote de la Mancha, en el recuerdo de la hija de Carlos Marx (que también aparece en la obra) tuviesen una suerte de correlatos con la vida costumbrista que nosotros llevamos. Entonces inventamos la idea de que había un problema de un hombre que no quería vender su casa porque había descubierto allí un tesoro muy importante, pero también nos pareció que esta idea se había usado mucho... y sin saber leer ni escribir, fuimos a parar a unos profesores que se tomaban un colegio para evitar que éste fuera privatizado, y dentro de esa aventura, dentro de esa peripecia, uno de estos profesores tenía la fantasía de Galileo, del Quijote, de la hija de Marx, en la medida que la acción de la "toma" iba cobrando cuerpo. La obra termina con una gran asamblea de todos los profesores, y todos los profesores pasan a ser el público, porque nosotros somos sólo cinco actores, y logramos una asamblea con 120 ó 130 profesores. Y es el público el que interviene y opina qué es lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Pero de repente ocurrió que los chiquillos secundarios empezaron estos movimientos que han abierto una profunda inquietud educacional en todo el pueblo de Chile, y resulta que coincidía con esta necesidad expresiva que tuvimos nosotros.. Entonces, el fenómeno artístico empieza a cobrar fuerzas, empieza a tomar un vigor insólito. ¡Realmente insólito! Hay gente que cree que nosotros hicimos esta obra justamente para celebrar lo que hacían los niños secundarios y, aunque lo celebramos, no hicimos la obra para eso. Se tocaron la realidad con la ficción en la forma que siempre debieran tocarse.

Hay allí un parlamento que nos recuerda a Goethe que es espectacular.

En el personaje que yo hago, el profesor, hay un momento en que de repente este profesor tiene como una transposición, piensa, reproduce algo que le pasó o algo que él piensa que le pasó, o una clase que él hizo en alguna oportunidad o en una clase que él haría en su fantasía... y cuenta lo siguiente: "La mejor forma de que ustedes, que son mis alumnos, sinteticen los temas que han sido objeto de esta clase, 'la libertad y la insumisión', es quizás entregándoles el siguiente relato. El que quiere puede tomar nota. En una fría mañana del año 1556, Lamoral, Conde de Egmont, camina hacia su propio funeral, va a ser ejecutado por orden del Duque de Alba, y va a ser ejecutado porque él resistió la tiranía, porque él no doblegó sus luchas libertarias. Enfrentado a sus ejecutores, Lamoral, Conde de Egmont, los mira fijo y les dice: "Mi sangre no se va a derramar en vano, mi sangre va a servir para derribar los muros de la tiranía". Dos siglos más tarde, Goethe, gran poeta alemán, se inspira en Lamoral, Conde de Egmont, y a pesar de que Goethe nunca excluyó a movimiento social alguno, en aquella época, en el año 1810, en contacto con Beethoven, acuerdan elaborar una obra poética musical, tomando la figura de Lamoral, Conde de Egmont, como ejemplo relevante de la libertad que ellos quieren defender, y que sienten amenazada y pisoteada por Napoleón Bonaparte. Deciden, entonces, trabajar en la casa de Goethe, y una tarde en que ambos artistas están en plena faena creativa, reciben la insólita visita de Napoleón. Napoleón penetra en la habitación y saluda a Goethe diciéndole: "He venido a saludar al poeta más grande del siglo", y Goethe víctima de una súbita conmoción interna, cae de rodillas al suelo a los pies del emperador diciéndole: "¡Oh, majestad! ¡Qué honor! ¡Majestad, qué honor!". Beethoven está estupefacto, contempla la escena y no puede dar crédito a lo que ve. Se acerca a Goethe y le dice: "Levántese, levántese". Goethe de rodillas en el suelo a los pies del emperador replica: "No puedo, no puedo". Y ahora Beethoven le grita: "¡Levántese! ¡Por Dios, levántese! Y Goethe en el suelo, de rodillas vuelve a replicar: "No puedo, no puedo". Goethe, el poeta más grande del siglo, de rodillas en el suelo a los pies de Napoleón".