Entrevista a Raúl Zurita

Poeta tallador del cuerpo, cielos y desiertos

El poeta Raúl Zurita conversó con Vivian Lavín acerca de su dilatada y prolífica carrera al servicio de la poesía.

Raúl Zurita nació "sin pena ni miedo" un 10 de enero del año 1950, en Santiago, y podría haber sido sólo un destacado ingeniero civil de la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso, si no hubiese sido porque la poesía le fue creciendo por dentro hasta hacerlo estallar. La explosión oficial fue en 1979 cuando apareció el libro Purgatorio; ahí estaban sus versos, como esquirlas y su rostro marcado con una profunda quemadura que se autoinfligió. Veintiún años más tarde, a sus jóvenes 50, Raúl Zurita estaba recibiendo el disputado Premio Nacional de Literatura. En tanto se casó cuatro veces, tuvo hijos, publicó tres libros, se roció los ojos con amoníaco y fue miembro del CADA , Colectivo Acciones de Arte. Odiado y amado, Zurita no es para medias tintas. A quien venera hoy, mañana sin remilgos lo puede repudiar. Ricardo Lagos bien sabe de eso. Sus mayores iras, sin embargo, van en contra de los tibios. Zurita es el poeta que le canta a la vida, a la muerte, al amor. Como una profecía bíblica, su poesía puede ser colosal y provocativa, puede ser un viaje por el Purgatorio, el Paraíso y el Infierno, con una altura y talla inconfundible que le da la impronta de su voz y una lírica que puede ser también una experiencia verbalmente violenta y perturbadora.

Raúl, ¿cómo interpreta o qué valor le asigna a un artículo sobre el Colectivo de Acción de Arte, CADA , y a la Escena de Avanzada de fines de los ´70 aparecido este último fin de semana en el suplemento dominical de El Mercurio, Artes y Letras? ¿Lo habría imaginado hace 20 años atrás?

No, pero es irónico, porque precisamente ese CADA , el Colectivo Acciones de Arte, éramos unos tipos con mucho miedo, con belleza y que entendíamos nuestro trabajo como una cosa absolutamente contra lo que se vivía, que era horrible. Entonces verlo en El Mercurio tan domesticadito, tan bien peinadito, con tan buenos modales, con gente que lo teoriza y que habla... en fin, tiene algo cómico también, irónico.

Usted ha dicho que la poesía chilena pasa entre el anonimato y la pobreza. ¿Cuál es la situación que vive la poesía hoy?

Un poema es una cosa físicamente tan pequeña, son unas palabras sobre una hoja o sólo "unas palabras"... es el objeto de arte más frágil, más precario materialmente y, sin embargo, creo que es el sostén de la humanidad. Como lo dijo un Premio Nobel bastante radical: "La poesía es la meta de la especie". Eso, creo, lo dijo Brodsky. O sea, si no hubiera poesía nadie se percataría –a lo mejor—, pero a los cinco minutos se darían cuenta porque la humanidad perecería.

¿Qué rol le cabe al Estado hoy en la difusión de la cultura, específicamente, de la poesía que debiera ser la punta de lanza?

El apoyo a la poesía es (en Chile, el país que tiene dos Premios Nobel) absolutamente misérrima: no hay una editorial, no hay una revista que esté financiada "de frentón" por el Estado, por lo que la indefensión de quienes escriben poesía es absoluta. Pero esto no puede significar resignación. Así han surgido movimientos de poetas jóvenes de una fuerza tremenda que publican, lo hacen en internet, viajan, se encuentran con otros jóvenes latinoamericanos, entonces, a pesar de todo, esto irrumpe igual. La poesía es algo muy, muy frágil. Quienes escriben poesía no pueden vivir, en el sentido más pobre de la palabra, vivir concretamente de eso. Es un asunto de delicadeza básica, de finura con la realidad, con las cosas, que el Estado proteja eso, proteja rompiendo con su lógica del mercado, rompiendo con esa especie de brutalidad caníbal y carnicera que ordena que todo tiene que venderse. La poesía, como se dice, no se vende. ¡Pero no se vende! Porque también es el costo de ser la vanguardia y el sostén de todos los lenguajes, por eso no se vende.

T. S. Eliot dijo: "Ningún poeta honrado puede sentirse completamente seguro de lo que ha escrito, es posible que haya desperdiciado su tiempo y se haya complicado la vida para nada". ¿Cómo se siente usted hoy frente a su poesía?

Lo que dice Eliot creo que es casi la Biblia. Las pocas palabras que logras extraer de ese muro tremendo que es el silencio; lo que puedes hacer frente a la dimensión casi enloquecedora de lo que no puedes hacer. Lo que alcanzas a imaginarte frente a lo demencial de lo que no podrás nunca imaginarte es, entonces, como una lucha física de un David, pero de un David muy pequeño, pero realmente pequeño contra ese inmenso, enorme, gigantesco Goliat. Uno no puede estar seguro porque como Eliot dice: "Ningún poeta honrado puede no ser, al menos una vez al día, víctima de una tremenda zozobra".

¿Son esos los sentimientos que a usted lo embargan más a menudo? ¿La zozobra más que la alegría o la exaltación?

Hay también alegría, de otra manera, cómo se explica. La escritura es una especie de condena a una soledad bien fuerte, a una soledad que significa en tantos casos, que no solamente alguien hable mal de lo tuyo, que eso podría ser incluso una bendición, sino que lo rodee el silencio de todo lo demás. Entonces, por qué se hace sino porque dentro de esa ínfima cuota de lo posible, que es de pronto juntar dos o tres palabras que pareciera que tuvieran un sentido nuevo, es una experiencia tan, tan increíble que casi como que el cielo se abriera.

¿Cómo ha sido su relación con otros poetas?

Yo he tenido dos experiencias con poetas (uno está muerto), con una intensidad respecto de lo que escribíamos, de despertarnos a las cinco de la mañana para mostrarnos las cosas. Esa amistad fue con Juan Luis Martínez. Luego, cuando éramos poetas rigurosamente inéditos, con el poeta Diego Maquieira.

¿Y qué pasó con los otros? La relación debe ser difícil con las vanidades y lo egos de por medio.

Puede ser una amistad y amor mutuo, entrañable, y yo he tenido esa experiencia. Ahora, si no es así, lo más probable es que sean indiferencias mutuas. Son relaciones de amor o de nada. Son fuertes porque tienen todo en contra y estos egos, de repente desmedidos, son defensas, siempre lo he visto un poco así. Pero palabras como amistad, como amor, son palabras en el fondo tan grandes que no pasan porque necesariamente sean los pares. Raúl Zurita ha estado en medio de los fuegos cruzados del Premio Nacional de Literatura 2006. Usted estaba absolutamente alineado por la candidatura de la escritora Diamela Eltit, su ex mujer y compañera en el CADA , y fue muy crítico con la designación de José Miguel Varas como el nuevo Premio Nacional de Literatura. Para decir la verdad, me arrepentí mucho de lo que dije de José Miguel Varas. Es un escritor digno, que hace su oficio con honestidad y sencillez, y cuando me vi por escrito lo que yo había dicho, me encontré bastante abominable. Las disculpas tardías no sirven de mucho pero, "disculpa". Lo otro, son las opciones literarias, las opciones como vida. Yo creo que hay aventuras poéticas literarias que son de una intensidad o de una fuerza y, generalmente, son las marginadas, porque de una u otra forma están atentando contra lo tranquilo, contra lo establecido. Más allá de eso, de que el asunto sea "bianual" cuando debiera ser anual, y una serie de críticas que se le pudieran hacer al Premio que yo comparto absolutamente, hay una tendencia a premiar aquello que no moleste mucho, que deje más o menos a todo el mundo tranquilo, que nos podamos ir a dormir en paz y, en fin, aquí no ha sucedido nada tan grave, tan tremendo.

Pero eso no fue en su caso, ni tampoco este año que tuvimos por ejemplo, a un Premio Nacional de Historia bastante crítico y fuera de la línea oficial, como Gabriel Salazar.

Tienes toda la razón, Salazar es impresionante. Su historia desde el punto de vista de las clases populares es notable. Sí, tienes razón, hay excepciones: Nicanor Parra, de Rokha, Neruda, por supuesto, pero siento que se da mucho esa tendencia a no jugarse y esa disputa respecto de la edad, sexo, raza, creo que son un poco triviales.

Cuando dijo alguna vez que "siempre supo que se iba a ganar el Premio Nacional". ¿Eso fue para sacarle pica al resto?

Claro, cuando me lo dieron sin que lo pidiera.

Sin candidatearse, sin cartas de apoyo...

Una de las cosas más gratificantes fue que dijeron que era muy joven. Entonces, a la venerable edad de 50 años que te vuelvan a decir joven, lo encuentro bastante bonito.

Pero, ¿estaba tan seguro de que se lo iban a dar o fue para provocar solamente?

Nunca un premio ha formado parte, por así decirlo, de mi imaginario ni partí escribiendo pensando en premios nacionales. Tengo una sensación contradictoria con eso: por un lado, no me importa absolutamente nada y, por otro, significa una pensión de 600 mil pesos al mes, y pienso en las jubilaciones de los chilenos, pienso en las pensiones de la gran mayoría de la gente. Mi madre trabajó toda una vida y tiene una jubilación de 98 mil pesos, entonces siento casi vergüenza.

La obra de Raúl Zurita se inició con Purgatorio en el año 1979 y luego vino Ante-paraíso en 1982; Canto a su amor desaparecido en 1985; La vida nueva en 1994; Poemas militantes, el 2000; INRI , el 2003; y Mi mejilla, su cielo estrellado el 2003. En su último libro Los Países muertos, se cita a una serie de personajes de la coyuntura política o literaria al modo de Dante, a los que moteja con epítetos de grueso calibre. ¿Cree que fue esto bien entendido o que persiste ese tufillo de que lo hizo de "puro picado"?

"La pica" puede ser un motivo literario formidable. No sé si he sido bien entendido, me imagino que sí, por algunos y, por otros, no. Yo creo que en ese libro se retrata un panorama crepuscular, como de fin de mundo, donde circulan estos personajes, donde circulo yo también, tan dañados como lo están los personajes que allí se nombran. El que habla, el autor o el que escribe, no está en una posición privilegiada respecto a los demás, pero también es una cierta radicalidad y eso me interesó. Son y no son ellos. No lo son por una cosa bastante básica, están en un libro de poesía, son personajes de un libro, donde estoy yo también, pero es el clima de fin de mundo que vamos cruzando muy precariamente, y más allá de todas las arrogancias de los intelectuales o escritores, somos seres arrasados por un mundo de una crueldad infinita.

No sólo nombra a personas del mundo de la política o de la literatura, también habla de "estas rajadas aguas", que dan cuenta de una visión bíblica, este es el Mar Rojo, el mar que se abre. ¿De qué manera está presente la Biblia y su mirada apocalíptica? 

Desde muy niño, esta imagen de "el mar que se abre" la encontré tan impresionante que no han logrado ni cien millones de George Lucas, ni un millón de El Señor de los Anillos. Es como pararse frente a la costa central de Chile y que de repente, no un maremoto, sino que ¡el mar se abra! y se arme un paisaje. Siempre me imaginaba qué irían pensando los tipos mientras iban atravesando el mar con un tremendo muro de agua a ambos lados. En el caso bíblico, el Pueblo de Israel, se narra la entrada y que después el mar se cierra y punto. Imaginé entonces que pensaban en sus propias faltas, en sus propios atropellos, en todos sus pecados. Esa es la visión, somos gente que vamos cruzando estos murallones de agua del mar abierto

¿De qué manera se debe entender la poesía de Zurita, a propósito de George Lucas, a quien nombraba...

... y que me encanta.

George Lucas y su saga Las Guerra de las Galaxias no es un relato lineal, ya que la primera parte que se estrenó hace más de 15 años era, finalmente, la tercera y algo similar sucede con su obra. ¿Cómo hay que ingresar a Zurita?

La verdad es que yo no lo sé. Y cuando digo "no lo sé", no lo sé. Es una ilusión bastante triste, porque creo que la obra de los seres humanos se completa exactamente cuando ya al ser humano no le importe. Está ese título de Onetti, esa novela Cuando ya no importa... creo que esto se va a cerrar exactamente cuando me muera, pero ya no me va a importar, y ahí se va a entender, pero ya no me va a importar que se entienda.

Raúl, usted ha logrado materializar proyectos maravillosos como, por ejemplo, escribir poemas en los cielos de Nueva York o en el Desierto de Atacama, y aún tiene el sueño de escribir doce versos en los farellones de las costas del norte.

En situaciones absolutamente desesperadas –a propósito del CADA —, por miedos, miserias, pobreza infinita, la única forma que yo tenía de sobrevivir, era imaginarme estas cosas: un poema escrito en el cielo, un poema escrito en el desierto. ¡Y me lo imaginaba! Pero mi situación personal era bastante espantosa: era vendedor de cosas horribles, cesante, ladrón de libros por necesidad, ni siquiera para leerlos. Viví en esos años imaginándome proposiciones como éstas y otras cosas, que fueron las que me permitieron cruzar. 

Usted tiene una relación muy estrecha con La Divina Comedia, la enseña en la universidad, le hace ciertos guiños literarios. ¿De qué manera se ha ido traspasando la visión de Dante a su propia poesía?

Estoy ligado a Dante por razones biográficas, porque mi abuela me lo contaba cuando yo era niño, entonces, no es algo intelectual. Casi no podría pensar sin la imagen de La Divina Comedia, porque el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso son una ¡tremenda invención!, una de las más colosales y atormentadoras que se pueden haber inventado, y creo que refleja mucho las vidas, no del otro mundo, sino las vidas en este mundo.

El amor es un elemento esencial en su poesía.

El amor es la única resistencia frente al hecho de la muerte. ¡Es lo único! El amor es "urgente" porque nos vamos a morir. Es radicalmente necesario porque siempre, todo amor es frente a la inminencia de la muerte.

¿Y el amor hacia uno mismo? Es casi un lugar común que le pregunten por sus autoagresiones, a saber, las quemaduras en su cara el año 1975 como poeta inédito, fotografía que aparece en 1979 en Purgatorio; luego, un 18 de marzo de 1980, antes de escribir un poema en el cielo, se roció los ojos con amoníaco. ¿Cómo ha evolucionado la relación con su propio cuerpo? ¿Sigue siendo un objeto de mutilación o hay ya una relación más reconciliada?

En ese momento no es que tuviera una relación no reconciliada, de hecho, el quemarme la cara fue un acto absolutamente solitario, ni siquiera pensado frente a la poesía.

Pero frente a sí mismo...

Después me di cuenta que ahí había partido algo. Luego de una de las tantas humillaciones que solían infligir los militares cuando te bajaban de las micros o te empujaban, vejaciones cotidianas y permanentes, me acordé de esa frase de Cristo: "Si te dan una bofetada en la mejilla derecha, pon la izquierda". Entonces, fui y me quemé la cara. Después entendí que allí yo, por lo menos, había comenzado algo, pero no fue con fotógrafos, no fue una performance, como se dice. Lo mismo de cegarse. Ahora, yo creo que son cosas bastante demenciales, por supuesto y que, curiosamente, con dolor veo que lo hacen muchos, muchos jóvenes hoy, eso de quemarse con cigarros y cosas así. Yo sé lo que es eso y casi fui un adelantado, y me asusto cuando lo veo en otros. El cuerpo es el primer lenguaje, antes de decir "¡Hola!", estás tú con tu cara, con tus brazos, con tus ojos, con tus piernas, y esas son las primeras palabras. Entonces, si la poesía tiene que ver con las palabras, también tiene que ver, fundamentalmente, con esa primera palabra que es tu cara, que son tus ojos, que es tu torso, tus brazos.

Si bien me parece algo muy personal y también doloroso, me permito preguntarle ¿cómo ha sido la relación con su cuerpo a partir de la enfermedad que lo aqueja?

Todos los seres humanos tienen una determinada relación con su cuerpo, un determinado diálogo, determinadas discusiones con su cuerpo, sino pregúntele a los atletas. Desde que nací estaba meridianamente claro que el cuerpo que me había sido otorgado no era precisamente para las olimpíadas. Cuando, ya de frentón, asumo que tengo Parkinson y me doy cuenta que significa movimientos involuntarios, rigidez, temblores y una serie de cosas, sentí una especie casi de ternura por este cuerpo despreciado, menospreciado, siempre agredido, y que de repente me decía: "Yo también existo, yo también tengo necesidades y te voy a hablar de acuerdo a mis principios, de acuerdo a mi realidad, no a la tuya, no a la de tu bendita cabeza, sino a lo que yo soy". Siento que es la forma cómo ese cuerpo me habla, y yo tengo que responderle. ¡Pero el cuerpo me habla! ¡Él me habla!