Entrevista a Hwang Sok-yong

Novelas para posarse de nuevo en la tierra

Es una de las más respetadas plumas de la literatura coreana. Su vida y obra son un valioso testimonio de los hechos más dolorosos de la segunda mitad del siglo XX de la historia de Corea y del mundo. Testigo de primera línea de la matanza de Gwangju, el 18 de mayo de 1980, en la que tres mil personas fueron asesinadas en solo 15 días por la dictadura coreana de Chun Doo- hwan. Entonces escribió una canción de amor, inspirada en Víctor Jara a partir de un cassette que llegó a sus manos en esos momentos, y que hoy se ha convertido en una tradicional canción de protesta en Asia. Los invitamos a escuchar esta exclusiva entrevista de la periodista Vivian Lavín junto a un autor universal.

Por Vivian Lavín
(19 de mayo 2021)

Hwang Sok-yong Nació en Manchuria, China. Pero creció en Corea, donde estudió filosofía en una de las Universidades más prestigiosas de su país.

Es un autor de un fuerte compromiso político y social, un giro que dio en la década del 60, en medio de la dictadura de Chun Doo- hwa cuando fue encarcelado. Después de varios años tras las rejas, y frente a la imposibilidad de entrar a la academia o escribir debido al asedio estatal, debió trabajar como obrero de la construcción.
Participó en la Guerra de Vietnam como parte del Ejército coreano del lado de Estados Unidos, lo que significó para él una experiencia doblemente traumática, ya que se encontraba allí en contra de su voluntad.

Sus libros siempre han tenido un fuerte impacto en su país. Como su primera novela, "Crónica del señor Han" (1970), que remeció a la sociedad coreana sobre el tema de la reunificación entre Corea del Norte y Corea del Sur.
En los años 80, volvió a la cárcel: esta vez por un libro que no escribió pero del que se hizo responsable. En 1989, viajó a Corea del Norte, China y Japón como parte del Movimiento Democrático Naciente. Por esto no pudo regresar a Corea y se exilió en NY, y luego partió a Alemania.
En 1993, regresó a Corea del Sur y fue nuevamente encarcelado. Fueron siete años en los que hizo 18 huelgas de hambre, protestando por las condiciones en las que estaba donde ni siquiera podía acceder a un lápiz para escribir. Finalmente, fue indultado en 1998.
Hwang Sok-yong ganó el Premio Émile Guimet - 2018, nominado al premio Man Booker International y al Nobel de Literatura.

Es un honor que Hwang Sok-yong esté en Vuelan las plumas.

Usted ha sido testigo y protagonista de algunos de los hitos más importantes de la historia reciente de la humanidad: la Guerra de Vietnam, la Guerra de Corea, la masacre de Gwangju, la Guerra Fría, la caída de la URSS, ha sido preso político y hoy es testigo de la pandemia del siglo XXI. ¿Cómo recibe usted cada día las noticias del mundo, que son en su mayoría muy malas: le gusta estar informado o prefiere simplemente aislarse y escribir?

En este año de pandemia, he leído mucho: poesía y la Biblia. Me he cuestionado mucho sobre si la manera cómo hemos vivido hasta hoy es la correcta o no. Debido a la pandemia nuestro modo de vida ha cambiado mucho. Esto me ha llevado a reflexionar sobre la relación entre las personas y otros seres vivientes. Ahora estoy dedicado a escribir cuentos relacionados con la filosofía y espero que puedan ser publicados este verano en Corea, que es el invierno en Chile.

Lo voy a llevar a un hecho doloroso, dolor que compartimos las naciones que hemos sufrido dictaduras. Ustedes tuvieron lo que en Latinoamérica conocemos la matanza de Tlatelolco, en México. La masacre de Gwanju, donde jóvenes universitarios fueron aplastados por las fuerzas policiales en medio de la dictadura de Chun Doo- hwan. Este hecho es particularmente triste y justamente se recuerda el 18 de mayo, como una conmemoración dolorosa que en ese tiempo la dictadura tergiversó. En Gwuangju, una pequeña compañía de Teatro, estaba trabajando con un texto suyo y sus integrantes fueron asesinados. Tengo entendido que usted a partir de este momento comenzó a luchar no solo desde la escritura, sino que también como activista. Siento el dolor que le puede producir, pero quisiera que nos hablara de este hecho que está presente en su literatura.

La masacre de Gwuangju duró aproximadamente 15 días y se dio en un contexto histórico, entre los años 70 y 80, donde se dieron muchas dictaduras alrededor del mundo, también en Latinoamérica, bajo el control de Estados Unidos en medio de la Guerra Fría. Los ciudadanos coreanos decidieron pelear por la democracia en Gwuangju y este hecho lo considero como el inicio de la democracia en Corea. En ese momento, yo dirigía el Centro Cultural de Gwuangju y allí se hacían representaciones teatrales a trabajadores y obreros, y también en diversas fábricas. Se realizaban actividades de cultura tradicional, como pintura, poesía... pero esos 15 días las personas enfrentaron a las fuerzas policiales de la dictadura. Casi tres mil personas fueron asesinadas y aun hay desaparecidos. Este es un recuerdo muy profundo porque en esos momentos recibimos desde Japón un cassette que tenía grabaciones de canciones de Víctor Jara y poesía recitada por Pablo Neruda. En ese tiempo, Neruda era un autor prohibido en Corea y el poeta que hizo la traducción de las obras de Neruda al coreano Kim Namju, y lo recuerdo con especial afecto por la maravillosa traducción de "20 poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda, de esa recopilación. A través de este cassette pudimos saber lo que también estaba sucediendo en Chile. En Gwuangju nunca pensamos que se replicarían los horrores de Chile en Corea. Después, me preocupé de escribir un reportaje sobre lo que había sucedido en Gwuangju, a pesar de las persecuciones en mi contra. Entonces escribí una canción que trataba sobre el amor entre un trabajador y una integrante de la compañía, que eran una pareja que estaban luchando juntos en esos momentos en primera línea y ambos murieron a manos de la policía. Y escribí una canción pensando en el casamiento de las almas, basada en este amor y en esta historia. Esta canción es muy famosa en toda Asia y la escribí influido por Víctor Jara. Me demoré un año en hacer grabaciones que pudieran ser distribuidas por todo Corea y hoy es famosa en Asia ya que representa la lucha de la clase obrera y se ha vuelto un canto especial en momentos de lucha. Ha sido recientemente cantada en Hong Kong y en Myanmar.

Usted es crítico de la realidad de su país, que para el mundo aparece como un milagro económico y cultural. Sin embargo, a los ojos de Hwang Sok-yong Corea aparece como un "estado de desamparo nacional". En el libro Al Atardecer (Alianza,2020), usted se refiere a la gentrificación de la ciudades; o la situación de los parias, de quienes trabajan con los residuos de esas mismas ciudades, como si fueran ellos mismos los desechos, desechos humanos, en el caso del libro Todas las cosas de nuestra vida (Alianza,2017) ... ¿Cómo le duele Corea a Hwang Sok -yong para decir que Corea se encuentra en un "estado de desamparo nacional"?

En este camino hacia la modernidad, los países tienen ciertos valores que son universales, entre los que está la democracia. El problema es cuando incluso dentro de la democracia se trata de forzar estos valores a los demás. Entonces, si bien el capitalismo es una construcción de hace unos 300 años, Corea ha sido capaz, después de la Guerra de Corea y de la dictadura, de lograr este milagro capitalista en solo 30 años. Esto es visto por el mundo como un milagro sin embargo, ha dejado muchas heridas y muchos dolores. Y es que tanto las personas como la sociedad en su conjunto enfrentan muchos obstáculos que tratan de superarlos como sea. Por ejemplo, si hay un orificio, lo cubro con lo que sea y lo paso, el problema es que volvemos a estos orificios porque son solo parches, y se repiten una y otra vez. Para lograr este milagro de 30 años se han debido tapar muchos orificios, y hoy las personas se sienten resentidas porque no están solucionados ciertos problemas. En mi libro "Todas las cosas de nuestra vida" se bota a la basura un dokkaebi, que es un mito tradicional coreano. O en "Al Atardecer" tomé para mi literatura un hecho que se veía en las noticias y se tomó como costumbre hace unos años: los suicidios colectivos.

En el libro "La tierra forastera" (Bajo la Luna,2014) concentra una serie de cuentos. La tierra forastera es el cuento que le da el nombre al libro y narra la organización de una huelga por parte de un grupo de trabajadores. Quisiera que usted, por favor, nos hable de la escritura y el compromiso político del escritor con el tiempo y el lugar que le ha tocado vivir.

Esta antología la escribí cuando tenía 27 años. En esos momentos, Corea vivía la dictadura de Park Chung-hee donde quienes luchaban en contra de este régimen, eran expulsados y convertidos en parias de la sociedad. En esos años, yo era obrero de una fábrica y quería mostrar cuáles eran los problemas que vivíamos como trabajadores. Lo que sucedió con este libro es que la clase obrera ingresó como tema importante a la literatura. Antes de eso los obreros ni los campesinos eran parte de la literatura coreana.

¿Y cómo fue evolucionando en usted la idea de que la literatura era parte de su compromiso político o activismo?
He sido testigo de muchos hechos históricos y he vivido también muchos cambios personales. En el caso de Gwanjgu, para mí fue un quiebre en mi vida y desde entonces he sido un activista político. Por eso estuve exiliado cinco años; estuve preso cinco años y una vez que salí en libertad, en 1998, volví a escribir. Yo divido mi historia como autor en dos etapas. La primera era una escritura más realista, muy ajustada a la realidad, sin muchos adjetivos. Y en la segunda etapa incorporé las tradiciones, el chamanismo y las creencias. Mi literatura hay quienes la llaman una "literatura popular", literatura de la gente que se caracteriza por ese compromiso social. Si tengo las fuerzas para escribir unos cuatro años más, podré ser llamado un "autor popular". En comparación con la coreana, la literatura latinoamericana tiene poca memoria de la historia, sus temas son mucho más frescos, porque es una historia más breve, en cambio en la literatura coreana la memoria es muy fuerte. Por ejemplo, si uno va a un lugar uno escucha de las personas que allí viven relatos de hechos que sucedieron hace 200 años y ellos los cuentan como si hubiesen sucedido ayer. Tienen una memoria muy viva y por eso me gustaría que la literatura se mezclara mucho más con los cuentos populares. Y estos cuentos populares también tienen que ver con la tradición. En las revistas literarias coreanas hoy se publican más de mil cuentos populares cada año, por lo que me gustaría que la literatura fuera una mezcla entre ambos.

"Al atardecer" es una novela a dos voces: Minwoo Park un exitoso arquitecto, y Woohee Jeong, una escritora y dramaturga en ciernes, que trabaja en un supermercado 24 horas. Esta historia es un conmovedor llamado de atención a la forma de desarrollo de los países y las ciudades sobre la base de la destrucción de los barrios y comunidades, pero también de cómo el exitismo nos hace olvidar los afectos o de dónde venimos. Es una reflexión sobre la memoria. ¿Cómo surgió esta novela?

Su descripción del libro es muy exacta. Esta historia surgió de un hecho muy triste que ocurrió en Corea sobre el inicio del desarrollo de nuestro país. Fue la protesta de un obrero llamado Jeon Tae Il quien se quemó a la bonzo, como una manera de rebelarse en contra de las leyes de protección laboral. Era el sacrificio humano dentro del desarrollo monetario, económico. Entonces vi un documental sobre este hecho. El productor de este documental buscó al jefe de este obrero y lo entrevistó cuando ya era un anciano que vivía en uno de los más lujosos barrios de Seúl, en Gangnam. Entonces le preguntó cómo no supo que este obrero lo estaba pasando tan mal y que la vida que llevaba era muy difícil. El anciano le respondió con el rostro bañado en lágrimas: "Para mí también era muy difícil. Era un tiempo muy complejo ya que estaba empezando un negocio con dos empresas al mismo tiempo. Si yo hubiese sabido que esa persona lo estaba pasando tan mal, lo hubiese tratado mucho mejor". De esas lágrimas surgió en mí el deseo de escribir esta novela, porque me di cuenta que el capitalismo hace sufrir, el capitalismo hace arrepentirse de lo que uno hace para poder surgir en lo económico. Así escribí esta historia con este exitoso arquitecto que muestra la evolución de la ciudad y el crecimiento que no considera sacrificios. Y me pregunto, ¿cómo viven los jóvenes hoy? Para los jóvenes hoy en el mundo es muy difícil porque el capitalismo lo tiene todo arreglado: ir a la Universidad, conseguir un trabajo, ganar dinero, comprar una casa... es mucha la presión y la juventud es un período difícil de vivir. Por eso hay muchos suicidios, no solo en Corea.

Es muy doloroso lo que usted recuerda. Otro de los fenómenos de la actualidad es la migración. Usted nació en Manchuria, en China. Vivió algunos años en Alemania, también en Estados Unidos y regresó a Corea, a pesar de que le costaría la cárcel. En su narrativa usted retrata la sicología de las personas que han perdido sus hogares, sean simbólicos o reales. "Bari, la princesa abandonada" (Alianza, 2015) concentra en la vida de la protagonista ese peregrinar de los más pobres hoy en la búsqueda de un mejor vivir. Me gustaría que hablara de las migraciones.

Cuando salí de la cárcel, vi que se había producido un quiebre en la globalización. Todo se ha vuelto mucho más confuso. Y dentro de esta globalización entra el concepto de la migración, de la diáspora, pero que yo defino como migración obrera. No es que las personas quieran vivir en otro lugar solamente sino que buscan aprovechar al máximo de las condiciones laborales y económicas. El problema surge cuando contraponemos dos términos: migración y armonía. Cuando el migrante llega a otro lugar y no es capaz de ingresar en esa sociedad de manera armónica, porque su cultura es diferente y lo que ocurre frecuentemente, es el conflicto. En esos conflictos surgen los problemas de la migración actual y cuando no hay un compromiso entre el país que recibe y el recién llegado de aceptarse mutuamente. Esto se relaciona con la identidad, ya que también es importante que cuando no se tienen clara la identidad, la persona se pierde en su existencia. Otros aspectos son la universalidad y la individualidad considerando la multiplicidad de personas y las culturas que convergen en este fenómeno. De alguna u otra manera, lo que la gente busca es un lugar donde sobrevivir. La pandemia frenó la migración y nos obliga a reflexionar sobre cómo queremos vivir nuestra vida para buscar la felicidad. Respecto al libro "Bari, la princesa abandonada" se refiere a esos cuentos tradicionales y de cómo un personaje tan popular puede estar presente en la literatura actual.

Su narrativa es realista, sin embargo, de pronto en libros como Todas las cosas de nuestra vida o en Bari, la princesa abandonada, surge lo que en Latinoamérica conocemos como el realismo mágico. Esta magia está vinculada a los niños como personajes con la capacidad de volar o de hablar con los animales. ¿Qué representa para usted esa posibilidad como escritor de torcer la ficción y darle una suerte de aire fresco a la asfixiante realidad que relata? ¿Qué es la infancia para usted?

La historia de la princesa Bari viene desde Siberia. Hay casi 48 mil versiones de este cuento popular. Estos cuentos populares tienen la peculiaridad de que son adaptados y se arraigan al lugar donde llegan. Sobre mi niñez tengo que decir que mis padres eran personas educadas: mi madre fue educada en Japón bajo la cultura cristiana, y por eso soy cristiano. Mi padre fue educado en China. Así, cuando ellos peleaban y para que nosotros, los hijos, no pudiéramos entender, discutían en japonés y chino, respectivamente. Mi madre me inculcó desde pequeño la pasión por la lectura y leí mucho a los clásicos universales que ella me llevaba y me leía.

Usted ha dicho que "El mundo es como una bandada de pájaros que levanta el vuelo y revolotea en el aire. Espero que mis novelas les permitan posarse de nuevo en tierra". ¿Qué ha querido decirnos con esto?

Esta frase la dije en la Feria del Libro de Guadalajara, en 2008, en México, cuando sentí que vivíamos un período de transición, que el capitalismo había irrumpido muy rápidamente y había vuelto todo más confuso y difícil. Ese era el revoloteo, al que aludía. Creo que las personas tienen que pensar en cómo vivir un poco mejor la vida, en cómo enfocarse en ese desarrollo para mejorar su calidad de vida y esto, en estos períodos de transición ha sido especialmente difícil, porque han faltado los sistemas de mejoramiento de nuestras vidas.

Muchas gracias, Hwang Sok-yong por esta conversación.

Muchas gracias.

Esta entrevista se hizo gracias al apoyo del Instituto de Traducción de Literatura Coreana,  LTI. Gracias a Carolina Jiménez, coordinadora del Instituto Rey Sejong de Santiago- Chile por esta traducción.