Entrevista a Karina Pacheco

La voluntad de Karina

Vivian Lavín conversó con la escritora peruana Karina Pacheco quien vino a presentar su libro La voluntad del molle, publicado por editorial Fondo de Cultura Económica.

¿Se puede vivir dos vidas distintas al mismo tiempo sin que al menos una de ellas sepa de la existencia de la otra? De esta pregunta emergió La voluntad del molle: así lo testimonia la escritora, editora e investigadora peruana Karina Pacheco Medrano que fue lo que la impulsó a escribir su primera novela y que hoy, después de 10 años, es reeditada por el Fondo de Cultura Económica del Perú.

Una edición, que además de elegante y cuidada, la convierte en un libro fundamental para entender en lo profundo esa trama llamada Latinoamérica desde la historia reciente de nuestro país vecino.

Que sea el Fondo de Cultura Económica el que haya tomado este desafío de editar la opera prima de Karina nos recuerda la importancia de contar con un sello público, que desde el Estado mexicano, entiende la importancia de dar voz y hacer circular por las venas de nuestro continente el pensamiento e imaginario de un territorio marcado hoy por el desconocimiento de sí mismo, por el olvido de su historia y por el escaso intercambio cultural entre sus naciones.

Cuenta Karina Pacheco que lo que la llevó a emprender la escritura de esta novela fue una suerte de pulsión por cambiar de registro, de salir de los papers y de los trabajos indexados plagados de citas académicas, de terminar con esa escritura destinada a sus pares para hacer explotar, ese es el verbo que utiliza ella para describir el proceso que inició hace más de una década, así, hacer explotar a la literatura que la habita y la estremece.
Todas esas lecturas y escrituras que había desarrollado durante décadas esta Doctora en antropología de América para ir teorizando sobre lo que somos en este continente desembocaron como un río tormentoso en un mar aún más incierto como es la ficción.
Una decisión atrevida y algo incómoda para esa academia que separa, a veces con demasiado purismo, las aguas de las ciencias sociales de las literarias, cuando nuestra historia está plagada de la imaginación de esos conquistadores que llegaron cons sus mentes cargadas de fantasías y sueños a nuestro continente hace siglos. Hombres que creyeron ver acá especies animales fantásticas y míticas, que describieron con científico método, que denominaron de la misma forma, pero que finalmente solo vivían en su imaginación. Esa América imaginaria como la llama el historiador chileno Miguel Rojas Mix es la que quedó en el inconsciente europeo hasta hoy y que le cuesta muchísimo entender todavía cómo separar lo real maravilloso de este continente.
El gesto de Karina es contrario, es el de la destacada cientista social que quiere soltar amarras y navegar a las aguas profundas de su país, sumergiéndose en una historia ignorada y nada mitificada, para recrearla en clave de novela, para así alcanzar la visibilidad que se le ha negado.
Para ello requirió de mucha libertad intelectual y valentía, como para atreverse a hundir su pluma en un territorio muy masculino, como es la ficción peruana. Doble gesto que hace de este libro su propio viaje de iniciación por mares tutelados por gigantes literarios que no siempre aplauden el ingreso de una voz femenina para contar lo que solo ellos quieren decir.
La voluntad del molle es la misma voluntad de Karina Pacheco que se levanta en contra de esos tótems literarios peruanos y latinoamericanos y da cuenta de su necesidad de nacer a la literatura y permanecer allí aun cuando nadie le haya pedido que lo hiciera, aun cuando nadie la haya aupado, soltar velas y atreverse a navegar por mares que debía cartografiar en solitario para adentrarse en ellos... porque como bien cita Fernando Iwasaki, en el espléndido prólogo de esta edición, a Inca Garcilaso que describe en sus Comentarios reales a propósito de esta especie llamada molle: Entre estas frutas podemos poner la del árbol llamado mulli; nace de suyo por los campos, da su fruto en racimos largos y angostos, el fruto son unos granillos redondos del tamaño del culantro seco, las hojas menudas y siempre verdes. El grano, estando sazonado, tiene en la superficie un poco de dulce muy sabroso y muy suave, pasado de allí lo demás es muy amargo...

Una especie que nace de suyo, por el solo empecinamiento y decisión de existir, por el solo deseo de estar ahí y con su presencia dar cuenta de una verdad.
Karina escribe un libro que duele, porque habla de una historia nacional empapada en vida familiar, vida íntima... y duele más cuando evidencia en sus propias mujeres la violencia, la discriminación, la crueldad. Son ellas las que las reproducen y también las sufren, con personajes perfectamente distinguibles no solo en la historia reciente del Perú, también de Chile, de Argentina, mujeres de esta Latinoamérica que no se cansa de sangrar. Son todas mujeres convencidas, desde diferentes veredas de la historia, que lo que hacían era "lo que había que hacer". Aquellas que la historia no les permite hablar, las que por su género femenino deben someterse a las reglas de la sociedad patriarcal, son las que llevan hasta al paroxismo sus inequidades. Son mujeres sometidas a una sociedad sexista, clasista y racista cuyas reglas establecidas por siglos de dominación española y mestiza reproducen con temeridad. Leyes que no tienen códigos donde ser leídas pero que todos las conocen mejor que las escritas, y las respetan aun más porque el castigo es social, el escarmiento es comunitario y por tanto, más cruel, cuando su sentencia no tiene límite en el tiempo ni tampoco en el espacio.
La figura de la abuela Gema me es tan cercana. Veo allí a mi abuela Inés enseñándole a mi madre que a las empleadas mapuche había que tratarlas mal, porque a eso es lo que estaban acostumbradas. Me veo junto a mi hermana, muy pequeñas, preguntándole a José, nuestro empleado, que porqué no separaba los dientes para hablar, que no le entendíamos bien, pero que queríamos escucharle hablar en esa lengua extraña llamada mapunzungún... una discriminación que fue traspasándose de una generación a otra, disipándose en algunos sentidos, pero manteniendo siempre el sesgo racial y cultural.
Más del 80 por ciento de la población chilena evidencia el mestizaje. Basta pasearse por nuestra capital, hoy cada vez más diversa con la llegada de la negritud haitiana y colombiana, para constatar que casi nadie aquí puede jactarse de sangre europea, cuanto más se hunden nuestras raíces en la historia de Chile más se advierte ese cruce de razas que es la base de nuestra sociedad. Sin embargo, a pesar de los rasgos evidentes en nuestros rostros dando cuenta de ese color de piel más oscuro, de esos pómulos más salidos, de esas melenas generosas e indomadas, más los negamos... lo que sucede en el Perú, no es diferente de lo que vivimos acá. Allá les llaman cholos, acá les llamamos simplemente indios, y reconocer esa morenidad, como la llama el poeta Elicura Chihuailaf, es una tarea muy ardua, fatigosa incluso para esas nuevas generaciones conscientes que están tratando de cambiar una idiosincrasia que avanza un paso y pareciera retroceder dos.
La voluntad de Karina Pacheco es la de remecernos como a ella la escritura, y por eso esa historia de amor que en otra escritora podría haber sido un idilio aquí es una pesadilla. No porque Karina sea fiera, sino que honesta con esa realidad que ha venido estudiando como cientista social. Lo que eran estudios de casos, aparecen en su novela como tramas secundarias, haciendo incluso que algún despistado llegue a pensar de porqué tanta crueldad con sus personajes, cuando la pregunta es porqué tanta crueldad con nuestros pueblos.
Esta novela nos sumerge en el Perú asolado por Sendero Luminoso y sus decenas de miles de víctimas a las que la sociedad peruana ignoró solo por ser indios. Una sociedad que desoyó los gritos de dolor, para hacer de la cotidianeidad una esquizofrenia donde se decía vivir una vida, cuando en verdad eran dos. Por esto la pregunta de la autora, ¿Se puede vivir dos vidas distintas al mismo tiempo sin que al menos una de ellas sepa de la existencia de la otra? Y la prueba es que sí se puede.
Lo estamos viviendo hoy en Chile cuando las comunidades mapuche son asoladas por un estado policial orquestado por los intereses de las grandes empresas forestales que no aceptan que se les cambien las reglas de un juego sucio que les dio la dictadura, y se acepta que pequeñas comunidades sea acosadas por las fuerzas de seguridad y de orden, mientras desde la ciudad pareciera que se vieran imágenes de otro país demasiado distante, demasiado lejano como para que nos toque.
Ese baúl rojo de las hermanas Elena y Elisa no es otro que esa verdad que tanta falta hace para que nuestros pueblos puedan alcanzar la paz social. Porque como lo dice el propio Gelman, en una de los epígrafes con que Karina abre el libro: Lo contrario del olvido no es la memoria, sino la verdad. Una verdad que puede esperar todo el tiempo hasta ser encontrada, pero que es el único antídoto para terminar con la farsa que queremos inventarnos cuando hablamos de historia reciente.
Cuando ya han pasado 10 años de la publicación de esta novela y del inicio de la fructífera producción literaria de Karina que fue seguida de otras seis otras producciones entre novelas y antologías de cuentos, este libro llega a Chile junto a la generosidad editorial del FCE, y cuando se hace más necesario que nunca un acercamiento desde la cultura entre Perú y Chile. Porque no son nuestros gobiernos sedientos de avivar el circo para distraer a sus respectivos pueblos los que irán por la verdad ni tampoco los que propenderán a estrechar los lazos entre ellos. Esas son búsquedas esenciales que necesitamos emprender los ciudadanos desde otras lógicas, como la cultural. La que nos permite como ese fruto del molle del que narraba Inca Garcilaso, saborear al comienzo el dulzor para luego sentir el profundo amargo. Y por eso este libro de Karina Pacheco es como ese fruto del molle, del que chilenos y latinoamericanos debemos comer, para entendernos mejor, para consolarnos en nuestras desdichas, para compadecernos, pero sobre todo, para soñar juntos un mejor destino.