Entrevista a Ramón Díaz Eterovic

El comisario y sus cómplices

Vivian Lavín conversó con el escritor chileno Ramón Díaz Eterovic quien presentó “El crimen tiene quien le escriba” de LOM Ediciones, una selección de los mejores cuentos policiales latinoamericanos.

No quiere llamarla antología ni canon porque eso se lo deja a los estudiosos o académicos. Prefiere llamarla compilación, porque lo que ha hecho es seleccionar una serie de cuentos, los que más ha disfrutado, escritos por autores de otras naciones de este continente. Pero no son cualquier tipo de relatos porque lo que más disfruta Ramón Díaz Eterovic es la literatura negra y criminal, y su generoso espíritu latinoamericanista lo impulsa a compartirla de la manera que mejor conoce: un libro. Aunque en ese libro no aparezca como autor, quien a sus 60 años es reconocido como una de las más importantes figuras del género de la lengua castellana. Y parafraseando a García Márquez, haciendo un guiño a uno de los más altos cuentistas de nuestra lengua, le ha puesto por título El crimen tiene quien le escriba. Cuentos negros y policíacos latinoamericanos.

En el prólogo con que inicias este libro, Ramón, tú hablar de la literatura policial y negra y hay hartos elementos  que me gustaría ir compartiendo pero hay, particularmente, algo que dices y que es muy claro: este oficio de la literatura policial hace que los escritores se hayan vueltos sospechosos por el hecho de hundir allí sus plumas, en zonas grises, oscuras, ignoradas por parte de las sociedades. ¿Tú, hoy día, te sientes como un tipo sospechoso?

Yo creo que sí. Yo pongo eso porque me di cuenta, desde que empecé a escribir novela negra, que, en general, en Latinoamérica había un grupo grande de autores que estaban haciendo algo bastante parecido a lo que estábamos haciendo en Chile, que era tomar los códigos de la novela negra y escribir a partir de esos códigos pero ambientados en las realidades latinoamericanas. En mi caso, Chile y otros en otros países. Esta literatura es, por esencia, una literatura que se mete con la relación entre crimen, poder político y poder económico. Entonces, es una narrativa que ha estado dando cuenta de, por ejemplo,  los procesos dictatoriales que ha habido en distintos países latinoamericanos, estaban dando cuenta de todos los negociados y la corrupción que genera el modelo neoliberal económico que, prácticamente, esta aplicado en toda América Latina. Todo eso hace que cuando uno habla de negociados, de corrupción, de falta de justicia, de falta de verdad, se convierte, de alguna manera, en un escritor molesto y suele pasar que eso se refleja en que, de pronto, uno no tiene toda la tribuna que pueden tener autores que hacen otro tipo de literatura.

Yo recuerdo, desde el ámbito de la literatura erótica, la colección de Tusquets La sonrisa vertical. Esa colección terminó porque, finalmente, la literatura erótica, como género, se había traspasado a todos los géneros de modo que no cabía tenerla separada. Me pregunto qué pasa con la literatura negra y policial cuando, hoy día, para hablar y referirse a nuestras sociedades, y no solo las latinoamericanas sino que en el mundo entero, es imposible soslayar la violencia, soslayar el narcotráfico, la trata de personas, la violación a los derechos humanos. ¿De qué manera, entonces, juega esta categoría, este género de la literatura negra, en tiempos en que todo está impregnado con el crimen?

Si lo vemos en término de colecciones, en los años 80, en todo el mundo hispano, se crearon colecciones y, posteriormente, esta literatura, por la calidad de la mayoría de sus exponentes, pasó a integrar los catálogos habituales de las grandes editoriales. ¿En qué momento la novela policial marca su diferencia? Yo creo que es a través de mantener algunos códigos, de mantener algunos guiños, de, obviamente, centrar la narración en un enigma, en una situación criminal y también, diría yo, en el querer retratar cierta marginalidad ya sea a través de los personajes principales o de los que van apareciendo, y también tiene que ver mucho con el uso del lenguaje más coloquial, más directo.

O sea, tenemos todavía ciertos elementos que definen a un libro para así poder decir: “Esto es este tipo de literatura y no literatura a secas”.

Claro porque, en el último tiempo, como el policial ha tenido un nuevo auge en todo el mundo, de repente a todo lo que se publica o muchas de las cosas que se publican lo tratan de vender como policial. Basta que aparezca un muerto y parece suficiente y eso no es todo. Yo creo que el género tiene un estatus, tiene sus códigos y eso permanece y eso lo hace distinto y hace, también, que sea un género que no ha perdido su contacto con los lectores. Yo diría que en Chile ha ganado muchos lectores y, en el mundo entero, debe ser una de las narrativas que más se lee.

Yo siempre recuerdo que lo que más leía Pablo Neruda era, justamente, literatura policial. La literatura policial tiene, entonces, grandes lectores. Aquí en Chile ¿qué lectores famosos tienes además de Neruda? ¿Hay otro u otras?

Así como de primera no se me viene a la cabeza ningún nombre pero sí de repente uno se pega sorpresas con poetas. Por ejemplo, hace poco, conversando con Naín Nómez me di cuenta que es experto en novela policial y tiene una muy buena biblioteca.

Cuando estamos hablando de cuentos negros y policíacos latinoamericanos, esta compilación de Ramón Díaz Eterovic, lo que nos damos cuenta es que, primero, son actores prácticamente desconocidos y acá lo que podemos decir es que, por cierto, el tráfico de droga, el tráfico de personas, el tráfico de bienes ilícitos corre, funciona y se desplaza con una rapidez maravillosa por nuestro continente, no así los libros, por eso es que estos nombres nos son desconocidos cuando no debiera ser así ya que en sus propios países son famosos, son personas que tienen premios y que ya tienen un nombre. ¿Cómo ves tú esa situación?

En general, hay una situación que uno lamenta y que no solamente tiene que ver con el género policial sino que con toda la literatura latinoamericana, y es que no circula entre nuestros países, salvo dos o tres nombres por cada país que son los adoptados o tomados por las editoriales españolas y que pasan a ser como representantes de cada país. Pero cuando uno tiene la fortuna o la oportunidad de viajar, basta entrar a una librería para encontrarse, en cada país, con una cantidad de autores que son importantes en esos lugares, y además de buena calidad, y que aquí, probablemente, no los vamos a conocer nunca. Entonces, una de las cosas que me propuse con este libro fue esa. O sea, primero, no quise hacer un repaso histórico y colocar a los clásicos porque eso sería para otro libro, sino que quise poner autores que estuvieran vivos, que fueran representativos e importantes en sus países y que fueran buenos escritores, que tuvieran buenos cuentos. Y aquí hay gente como Elmer Mendoza, él es más conocido en Chile.

Lo mismo que Padura ¿no?

Sí, Padura. Bueno, a Padura no lo pude colocar por un tema de derechos.

Pero sí lo citas en el prólogo.

Sí, porque él es, sin duda alguna, uno de los más importantes. Además, me puse como pie forzado tratar de incorporar el máximo de países latinoamericanos.

Ese pie forzado me interesa porque lo que vemos acá, justamente en estos tiempos donde pareciera que se habla o por lo menos escuchamos que hay deseos de estrechar los lazos con los países latinoamericanos, desde Chile, finalmente, los hechos nos dicen lo contrario. Finalmente, no hay un espíritu latinoamericano y, sin embargo, sí lo respiramos en este esfuerzo, en esta compilación que haces tú. Para hacerlo ¿qué es lo que a ti te mueve?

Básicamente, el poder entregarle al lector chileno y latinoamericano, un conjunto de autores que, a mi juicio, son todos muy destacados, y una manera de difundir lo que están haciendo algunos escritores en otros países. Yo creo que es como un gesto de unidad, de hermandad. Yo tengo la impresión, por los encuentros a los que voy habitualmente, que a nivel de escritores y de gente del arte y la cultura, la unidad latinoamericana funciona mucho mejor, es más amplia y más solidaria. Hay encuentros donde circulan ideas, donde surgen ideas de revistas, de intercambios de lo que uno está haciendo y eso habla de una realidad distinta a la realidad política donde parece que la idea es trabajar por el propio proyecto y las viejas organizaciones o encuentros del pasado o ya no existen o se limitan solo a lo económico. O sea, juntémonos para hacer negocios pero no nos juntamos para hablar de cultura, para hablar de teatro, cine, literatura.

Uno de los cuentos que son parte de esta compilación es el de un boliviano que escribe desde Chile. Hablo de El cansancio de Ferrada de Yuri Soria Galvarro. Si bien el autor es boliviano, el protagonista y donde ancla la historia es en nuestro país. Esto produce sorpresa lo que nos debiera dar vergüenza porque no es raro que un autor francés haga una historia donde sus protagonistas estén en Alemania o en España. Sin embargo acá, a nosotros esto nos sorprende. Tenemos una distancia tan gigante con lo que pasa con la literatura boliviana y peruana también que uno dice: “¿Qué es lo que está pasando?”

El caso de Yuri es un caso bien especial, yo creo que él tiene el corazón dividido porque, claro, él es boliviano y vivió gran parte de su vida allí, pero actualmente, y desde hace algunos años, vive en Puerto Montt, acaba de publicar un libro de cuentos y en su temática siempre está compartiendo temas que tienen que ver con su país de origen y también con Chile. Ha sido un nexo importante para que uno pueda saber algo de la literatura boliviana que es algo que, generalmente, desconocemos. Me pasó que había algunos países que,  a pesar de las consultas que hice, a pesar de las búsquedas que realicé, simplemente no encontré autores que cultivaran el género policial de manera continua. Entonces, no es un problema de “mala leche” ni nada sino que simplemente, por lo menos dentro del tiempo que me di para hacer el libro, no pude conseguir autores de dos o tres países.

¿Cómo se lleva el género negro, criminal y policial con las mujeres? Acá vemos algunas pero muy poquitas. Yo creo que acá tú hiciste un esfuerzo por agrupar mujeres pero, sin duda, estamos hablando que en Latinoamérica son pocas. Me da la sensación de que en la lengua inglesa son más las mujeres que cultivan este género.

Sí, ha sido históricamente así. Inglaterra, Estados Unidos, Francia, un poco menos Alemania, mientras que en el mundo hispano, latinoamericano, son muy pocas. Uno puede parecer que las esté excluyendo pero la verdad es que cuesta encontrar autoras. Acá en la Antología viene una que, creo yo, en Chile es bien conocida. En Argentina es súper conocida, ha ganado premios importantes, es Claudia Piñeiro. Ella ha sido una autora que se ha destacado muchísimo en los últimos años. Ahora, tengo la impresión de que en las generaciones de autores más jóvenes pueden ir apareciendo, tal vez, más autoras.

¿Qué pasa con las nuevas generaciones? ¿Cómo viene la nueva narrativa chilena? ¿Tiene cultores? ¿Tú, que ya tienes experiencia en estas lides, cómo lo ves? ¿Viene una camada nueva?

Viene, sí. Últimamente he hecho varios descubrimientos de autores que me parece que son muy buenos. Son autores menores de 40 años. Estoy pensando en gente como Juan Ignacio Colil, Miguel del Campo, que ha publicado dos novelas policíacas. Hace poco leí un libro de cuentos negros del iquiqueño Juan José Podestá, que se llama Playa Panteón. Por ahí está, también, Rodrigo Ramos. Yo diría que deben estar circulando por lo menos unos 15 nombres de autores que han publicado y que están trabajando con los códigos de lo policíaco. Me ha tocado ser jurado en algunos concursos en los últimos años y, prácticamente, los ganadores o las ganadoras han sido gente muy joven, de menos de 30 años.

El crimen tiene quien le escriba reúne a más de 20 autores de diferentes países de Latinoamérica pero estos son cuentos que a ti te gustaban, no es lo último que se está produciendo, si no que acá estamos hablando de una mirada a lo que ha sido este género durante los últimos años ¿podríamos decirlo así?

Hay una mezcla. Yo diría que este libro surge de mis lecturas. Yo, donde puedo, voy leyendo autores latinoamericanos y, cuando se trata de cuentos, de repente voy seleccionando para mi consumo y en ese abanico hay de todo. Hay un cuento, por ejemplo, como el de Mempo Giardinelli que es antiguo pero fue premiado en un concurso donde Borges estaba de jurado. Hay otros cuentos que son de autores que para Chile son desconocidos pero que son de mucho prestigio en sus países. Algunos son más jóvenes, también.

La otra cosa interesante del libro es que entrega algunas pistas de por dónde va lo policíaco en Latinoamérica. No todos los cuentos son clásicos, no todos los cuentos tienen detectives. Yo diría que son los menos. Hay mucho policíaco donde los protagonistas son narcotraficantes, son personas marginales, guerrilleros desplazados, qué sé yo. Entonces, están mostrando zonas de la sociedad latinoamericana diferentes, donde se dan algunas cuotas de crimen, y que permiten ver a estos países desde otra mirada. Entonces, no son cuentos policíacos clásicos sino que reflejan por dónde está navegando el género policial en Latinoamérica.

Y junto al género policial es donde estamos navegando todos nosotros porque, ya lo decía al comienzo, pareciera ser que de lo que escribe, lo que pasa en la novela policial, es lo que  pasa en nuestras sociedades y ya no en los bajos fondos, en los márgenes, sino que lo que está pasando en las noticias, en los diarios, en las primeras planas.

Yo a veces he hecho talleres y algunos alumnos me preguntan: “¿Y de dónde sacamos temas?” Y yo les digo: “Abran cualquier diario, cualquier día, y van a encontrar cinco o seis novelas”. Es cosa de tomar la noticia e imaginar qué puede pasar más allá de la noticia y la novela está lista. O sea, tiene que ver con lo que hablábamos al comienzo. Yo creo que nuestros países están muy impregnados con esta vinculación de lo criminal con lo político y con lo económico y esas tres puntas generan sociedades conflictivas, donde la delincuencia muchas veces impregna a casi todos los sectores de la sociedad. Y los crímenes que más conmueven no son precisamente los tradicionales, los que se puedan dar en la marginalidad, sino que son los que se comenten donde está el poder.

A vista y paciencia de todos.