Entrevista a Gabriel Salazar

El que escribe con la piel

Gabriel Salazar nació en Santiago en el año 1936. Estudió historia, filosofía y sociología en la Universidad de Chile. Es el número 22 mil 144 del listado de prisioneros y torturados del Informe Valech, número que refleja su paso por Villa Grimaldi y Tres Álamos. Partió exiliado a Inglaterra, donde realizó un doctorado en la Universidad de Hull. Desde el año 1985, de regreso a nuestro país, se ha desempeñado como investigador y profesor en distintas instituciones académicas y universidades. En la actualidad es profesor en el departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Historia 2006.

Su nominación como Premio Nacional de Historia, causó sorpresa en el mundo de la academia, que ve su trabajo desde una vertiente sociológica más que histórica. Hace un tiempo, le preguntaron si le gustaría ganar el Premio Nacional de Historia y respondió que sí, porque serviría para que el tipo de historia que hace pudiera tener mayor legitimidad pública. Hoy que ya tiene el premio, ¿cree que eso se logró?

Pienso que sí. La historia social es una especie de témpano que tiene un premio en la punta, pero es una mole profunda que compromete a historiadores, académicos, estudiantes, ayudantes, actores sociales de todo tipo que está configurando un pensamiento que creció por abajo, subterráneamente en los años ochenta y siguió siendo marginal en los años noventa y en el 2000. Que le hayan dado el Premio a esta persona, quien además de ser historiador social es "muy criticón del actual régimen", significa dos cosas: que el jurado, de verdad, abrió su mente y, por otro lado, un espaldarazo de reconocimiento a todo este témpano de reflexión histórico-social que hoy está latente en nuestra sociedad, y que esperamos tenga un desarrollo que aflore a la superficie. Como lo está haciendo, por ejemplo, a través del movimiento de los estudiantes secundarios.

Uno de los trabajos fundacionales de la historia social es el documento Ser Niño Huacho en la Historia de Chile, que nació como una ponencia y que hoy es un libro.

Nuestra idea era introducir la mirada de la historia hacia los niños y, particularmente, hacia los niños huachos. Si se lee un libro de historia, un texto de historia escolar, se llega a la conclusión de que "la historia la hacen los viejos". Y si uno, hipotéticamente, estuviera un siglo en la calle observando qué pasa allí, llegaría a la conclusión que la historia la hacen los jóvenes y los niños. Sin embargo, ellos están ausentes del registro escrito. Entonces, quisimos escribir un artículo y qué mejor que hacerlo sobre la historia de los niños huachos, que en el siglo XIX eran un tercio de los que nacían. En su última parte, el artículo habla de la relación entre ellos y el historiador. ¿Cómo puede uno hacer historia de niños sabiendo que no dejan documento escrito porque no saben escribir? ¿Cómo hacer historia de los sentimientos de los niños que se volatilizan con sus propios suspiros o sus propias miradas o sus gestos? Bueno, era un gran problema metodológico, y por eso escribimos al final un pedacito que dice: "Para intentar hacer historia en esta profundidad y en ese origen esencial de la humanidad no es necesario ser 'absolutamente' científico. Historiador todo el día. Académico con mayúscula. Más bien, se requiere posesionarse plenamente, integralmente, de la piel humana. Hacer historia de niños es, sobre todo, una cuestión de piel, de solidaridad, de convivencia, de ser uno mismo, más que de métodos y teorías. Se trata de 'sentir' la humanidad propia y convivir el 'sentir' de esos niños. Por esto, en definitiva, es una cuestión exclusiva entre los huachos y yo".

¿Cómo se aborda la ciencia histórica desde la piel?

El historiador, en tanto profesional, científico, no puede desprenderse del sujeto real que es. La Academia le exige: "aquí está su objeto de estudio, señor, y usted se aísla, usted no existe. Sólo existe el método para llegar al objeto, pero, usted, se anula". Ese es el objetivismo, es el tipo de historia que muchos historiadores en Chile pretenden instalar como la única que debe "existir". Es lo que dice Gonzalo Vial, por ejemplo. Es lo que también nos plantea nuestro amigo Sergio Villalobos, la historia objetiva, la historia de la verdad absoluta, que anula al "sujeto historiador". En mi caso, yo quise hacer historia con mis recuerdos de infancia, porque yo nací en una población popular, de autoconstrucción de dos sociedades mutuales. Se trata de un caso urbano único, de un espacio histórico que no puede ser cambiado, que se construyó en un potrero y que, con el correr del tiempo, fue rodeada por todos lados por poblaciones callampas. Su salida principal es Vivaceta. Allí en medio de una isla que creaban los dos brazos del río, se estableció "el rey del hampa", con todos sus socios... y los pacos no podían tomarlos por asalto porque era imposible cruzar el río y porque les tiraban piedras. Un poquito más allá, estaba el barrio bravo de la calle Bandera, que le decían "el Barrio Rojo", porque era de prostitutas. Estaban también la Vega y el Mercado... ¡Imagínense el barrio donde yo nací! ¡El barrio donde yo crecí! Lo que yo vi todos los días cuando iba al colegio: curados en las calles, gallos agarrándose a cuchillazos... tengo patente todavía a un tipo que le abrieron la guata y tenía todas las tripas afuera y se las sujetaba con su chomba mientras seguía con la otra mano moviendo la quisca. Todo eso que yo vi en mi infancia constituye mis recuerdos, mis imágenes, mi contexto. Nada de esto lo vi en un texto de historia, nunca en los periódicos y no lo escuché en las clases de historia que tuve en la Universidad de Chile, ni en sociología ni en filosofía. Ahí había un vacío, un gran silencio. Y eso es lo que intentamos hacer: rescatar ese mundo que estaba en la piel de uno, en nuestra identidad, en nuestra memoria. Uno no puede negarse a sí mismo si quiere trabajar ese mundo, que es lo que yo hice.

Hablemos de las desmitificaciones históricas. El "padre de la historiografía chilena", Diego Barros Arana, sienta las bases que van a ir tomando luego todos los historiadores del siglo XX. ¿Por qué no hay que creerle tanto a Barros Arana cuando se refiere al orden portaliano...?

Detrás de la pregunta hay un gran tema que podríamos llamar "cómo se configura o cómo no se ha configurado o, cuán mal se ha configurado la memoria política de los chilenos". Si hay algo que está mal en este país, es nuestra memoria política. Esa frase que dice que "la Historia la escriben los vencedores", en Chile, ha sido absolutamente efectiva y es muy penoso, porque cada vez que la masa ciudadana, el movimiento popular o los jóvenes han salido a la calle con la intención de construir por sí mismos la sociedad que quieren, han sido reprimidos brutalmente, militarmente. ... Tú citas a Barros Arana, de quien nadie discute sus obras ni lo que él hizo. Bueno, Diego Barros Arana era hijo de don Antonio Barros, un gran comerciante del siglo XIX, gran mercader, un ricachón, socio de Diego Portales. Ambos pertenecían al mismo grupo que se llamó del Estanco, que era un monopolio que pretendía controlar un montón de mercancía. Por tanto, lo que hace Barros Arana no es otra cosa que defender al grupo de poder que dio el sangriento Golpe de Estado de 1829. Diego Portales organizó todo eso, dictó prácticamente la Constitución del '33, donde el padre de Barros Arana fue uno de los promotores de muchos de sus artículos y ambos los principales recaudadores de las ganancias que dejó el Estanco del Tabaco. Diego Barros Arana pertenecía a la misma "pandilla" de Diego Portales, que dio ese Golpe de Estado, le robó al fisco una cantidad enorme de plata... Destruyeron todo un gremio de plantadores de tabaco para poder monopolizar el comercio del tabaco... Finalmente, quebraron, pero le exigieron al Estado que no sólo les cubriera sus pérdidas sino además que los indemnizara por las perjuicios que supuestamente tenían... Diego Portales, puso de su bolsillo y del de sus amigos, cien mil pesos para comprar la conciencia de un "militarote" gris y oscuro como Joaquín Prieto Vial y de su sobrino Manuel Bulnes Vial, para dar un Golpe de Estado en contra del general más leal, republicano y democrático que ha tenido Chile, Ramón Freire. A Freire nadie le ha levantado estatua aunque ganó todas las batallas excepto en la que enfrentó a Prieto y Bulnes. Su hoja de servicio es brillantísima y, por eso, sus soldados lo amaban. Si lo comparamos con O´Higgins...¡fíjense en la hoja militar de O´Higgins! ¿Qué batalla ganó? ¿El Roble? Esa la ganó Freire que venía por arriba, con su caballería. ¿Chacabuco? O´Higgins la comprometió, si no es por Soler, el general argentino que llegó a tiempo, de otra manera, se habría perdido por "su metida de patas"... ¿Rancagua? Es glorioso por Rancagua pero Rancagua es una derrota. ¿Quién lo sacó de allí? Ramón Freire, por supuesto. Sin embargo, la historia de Barros Arana cuenta las habilidades maravillosas de Portales como ministro y estadista, y hunde a Ramón Freire diciendo que era un estúpido porque nunca se atrevió a dar un Golpe de Estado, en circunstancias que todo el Ejercito le obedecía. El mito de Portales es obra de Diego Barros Arana, que lo exalta como estadista, cuando lo único que hay de él son tres líneas sobre el Estado, porque nunca escribió ni un libro ni artículo, ni nada. Lo que hizo son puras cartas chuscas donde dice textualmente: "A la señora Constitución se la debe violar cuantas veces sea necesario". ¡Se reía de la ley! ¿Ése es nuestro modelo político?

Para hacer este trabajo historiográfico ha tenido que recurrir a otras fuentes, ¿Qué es lo más complicado para hacer historia hoy? Porque si bien tenemos internet, una multiplicidad de recursos técnicos... ¿cómo se puede llegar a esa otra historia cuando ya ha sido prácticamente borrada?

Mi generación se formó en la Universidad en la idea de que la historia debe ser "ciencia", y para ser ciencia ésta tiene que basarse en documentos que prueben lo que uno diga. Por tanto a uno lo mandaban derechito al archivo. Toda mi generación, todos mis compañeros de historia vivimos corriendo hacia el archivo. Apenas lo abrían íbamos como locos al segundo piso a pescar los libros, los volúmenes, a revisar los viejos papeles... Recién leías mi currículum: exclusión, cárcel, tortura, exilio, retorno, desempleo... para otros ha sido mucho peor, porque han sido situaciones más extremas. Lo que quiero decir con esto es que hoy tenemos un pueblo, una sociedad con una memoria viva, social, gigantesca. Lo nuevo de la "Historia Social", que practican académicos, alumnos y actores sociales es que estamos todos hurgando en nuestra memoria, ayudándonos mutuamente a recordar, sistematizando en conjunto los recuerdos, construyendo a partir de esa memoria colectiva, identidad, fuerza, proyecto, rabia conducida racionalmente. Bueno, por eso la nueva "Historia Social" necesita nuevos métodos, reformar el estudio de la historia, revolucionar la historia como ciencia y necesita hacer historia en la calle, dentro de los procesos vivos. 

Hay un libro suyo titulado Historia de la Acumulación Capitalista, y que tiene por subtítulo Apuntes de Clases. Me gustaría que recordara la manera como surgió este libro...

Estábamos haciendo una investigación sobre la Historia Económica de Chile, ahí, por el año ´73, ´74 y 75, cuando me echaron de todas partes: de la Universidad Católica, luego de la Universidad de Chile, donde hacía media jornada... Trabajaba algunas horas en el colegio de "El Bosque", y me echaron, también. Conseguí una beca de una fundación de alemanes y, con eso, convertí mi auto en un taxi y seguí trabajando en las noches, cerca del "toque de queda". Con el taxi gané harta plata porque estaba todo el mundo corriendo... Como tenía mucho tiempo, seguimos investigando y comenzamos a escribir un libro, que no alcanzamos a terminarlo porque caímos presos. El entonces capitán, y hoy, general, Miguel Krassnoff Martchenko, condenado por violación a los Derechos Humanos, me quitó el borrador, se quedó con él y nunca más lo vi. Estuve en Villa Grimaldi y después fui a dar al campo de prisioneros políticos Tres Álamos, libre de comunicación. Un día, conversando con otros presos políticos, el abogado José Zalaquet, que era casi el único no marxista, me dijo: "¿por qué no haces un curso sobre marxismo? Porque yo no sé mucho, me dijo. ¿Hacer un curso de marxismo en Tres Álamos? ¡Podría ser...! Pero con una condición, le dije, no marxismo a secas. Hagamos un curso sobre "Historia de Chile", le exigí. Al curso asistió un grupo selecto, porque siempre los políticos buscan que los jefes participen de algo que sea especial y los "torrejas" quedan afuera. Entonces, hice un curso muy especial donde estaba, por supuesto, "Pepe" Zalaquet, José Carrasco, el periodista de la Revista Análisis, que fue posteriormente asesinado, y varios dirigentes del Partido Socialista, del MAPU, del MIR y nuestro querido amigo Iván Núñez, profesor de historia que fue el autor de ese proyecto educativo nacional que se llamó la ENU, y que ahora sigue trabajando en el Ministerio de Educación. Comenzamos a hacer clases, muy sistemáticamente porque en la cárcel uno es muy disciplinado. Pasaba un señor preso tocando las puertas: "Ya, es hora de clases", y todo el mundo tenía que llegar muy ordenadito. Terminamos el curso y entonces, alguien dijo por ahí: "¿Y qué tal si esta experiencia la convertimos en un texto, de manera que lo puedan conocer en el otro campo de prisioneros políticos, en la cárcel pública?" . "¡Entonces, pásenme los apuntes!", les dije yo. Así es como en la noche (ya que Pepe Carrasco, Pepone, logró meter una máquina de escribir portátil, chiquita... no sé cómo lo logró), cuando apagaban las luces, me ponía una frazada encima porque hacía frío, y con una vela por delante, me largué a escribir basado en los apuntes de clases. Salió un texto de 35 páginas, que un preso por ahí lo sacó, lo reprodujeron en roneo, lo distribuyeron, y comenzó a tener una vida propia que circuló en Chile, fuera de Chile, en Europa... Cuando ya salí al exilio, entonces me pidieron que sistematizara el texto, lo optimizara... Y comenzó a crecer. En definitiva, este es un libro que tiene una historia muy particular, porque si bien es cierto, yo hice la investigación, incorporamos luego todas las observaciones de los compañeros y está basado en los apuntes de clase en el campo de prisioneros. Es decir, junto con ser un libro de Historia Económica de Chile, es un testimonio de la vida cultural de los presos, porque aun preso, torturado y todo, procuramos reflexionar en conjunto acerca de nuestra situación, y la mejor manera de hacerlo era, por supuesto, históricamente. Esa es la historia.